Fuego contra hielo.

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II

Gen sonrió al ver salir a Rey con la vestimenta que ella misma le había elegido para su primer día en la universidad Los Andes.

—Te ves preciosa.—le dijo Gen y Rey sonrió. La vestimenta del día era unos jens negros, camiseta gris manga larga y sueter largo con peluche, hacía bastante frío pero Gen siempre se encargaba de que su hermana se viera espectacular incluso con cien capas de ropa.

—Lo mejor de lo mejor, Génesis 

Gen golpeo a su hermana y Rey salió de su hogar, amenazando con volver.

El camino en su auto no fue difícil, había vivido mucho tiempo en Bogotá y aprenderse el trayecto era como ir a comprar mandarinas.

Al llegar no se mentalizó en si tendría amigos o algo, simplemente entró por la clave de su salón para poder buscar su horario digitalmente y empezar su año, estudiando Historia.

Al obtener su horario se dio cuenta que aún faltaba media hora para entrar a su clase, así que fue hacia el patio trasero del campus y sacó un cigarrillo, encendiéndolo y dándole una calada. El humo inundó su boca y sus pulmones, y fue ahí, cuando expulsó el humo, mirándolo perderse entre el clima nublado y frío, resaltando más que nunca. Poco a poco daba indicio de que llovería, pero aún no sucedía, así que simplemente siguió fumando, escuchando a Sleeping At Last. La voz melodiosa invadía sus oídos cuando notó la cabellera rubia de Atenea posicionarse unos metros enfrente, con Simón siguiéndola, como si siguera sus pasos involuntariamente. Era evidente que él estaba enojado. Sus facciones estaban fruncidas y su postura rígida, escuchando con cólera y una mezcla de dolor, quizá hasta decepción, las palabras de Atenea Lúa.

Rey no pensó en irse para darle privacidad a la pareja. Ella había llegado primero y no estaba escuchando.

En un momento,  Rey no pensaba encender otro cigarro, pero Simón la miró, y ella se sintió pequeña, así que su acto de defensa fue sacar otro cigarro y encenderlo, mirándolo con sus enormes ojos verdes.

Dio una calada, soltando el aire unos segundos después, Simón bajó la vista hacia su novia y se sintió extraño por prestar tanta atención a la mujer que tenía detrás de su novia.

Atenea volteó hacia donde Simón había visto.

—No sabía que llegaba hoy...— murmuró la rubia, olvidando por un momento que estaba peleando con su novio porque Simón casi le descubría una infidelidad.

Simón no objetó nada. Simplemente observó por un par de segundos más la figura delgada no tan alta, de piel morena clara, ojos verdes y cabello largo negro en ondas suaves, envidiable. Fumaba elegantemente mientras escuchaba una canción en sus audífonos, en ocasiones lo miró. Él pudo sentir su mirada y algo le quemó, pero cuando volteó a ver a Atenea, ese sentimiento se heló.

—¿Me perdonas?, no estábamos haciendo nada malo, sólo es un estúpido amigo, Simón— sentenció la rubia y Simón cayó.

Tomó su rostro entre sus manos y algo la obligó a besarla robóticamente, pero cuando la besó, sus labios de pronto ya no eran tan dulces como antes.

—Está bien.

—Acompáñame a clase— le ordenó la rubia. Simón asintió y ella caminó enfrente de él. Simón observó por última vez el lugar donde se había encontrado Rey, porque, ya no estaba ahí para cuando él volteó.

Días después.

Rey caminó con prisa por su cuarto. Sus padres no estaban pues habían ido con Gen a una cita médica y seguido de eso a inscribirla a una escuela en línea de Diseño textil, así que iba algo tarde a la universidad.

La vestimenta que usaría hoy la había dejado Gen en su sillón de cuarto. Se lo puso sin dudar. Jeans negros, botines cafés y suéter de manga larga y cuello se tortuga de lana café. Se hizo un moño en el pelo y tomó su mochila, lavó sus dientes y tomó sus llaves, abrió la puerta y la escena que la recibió fue tétrica. Renée se quedó estática en la puerta, olvidando que iba tarde.

—Necesito que me ayudes.

Susurros resonantes | Simón VargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora