Al final, David me había subido un vaso de leche y un sándwich al cuarto y yo me lo había comido, pero él no me había reprochado nada. Cuando cayó la noche me di una ducha rápida y luego me puse ropa limpia y me dispuse a salir. No parecía haber nadie en la casa, así que supuse que Andy había accedido a la proposición de David de salir por ahí. Yo salí de casa y caminé por las calles, aún transitadas, por que era verano, por chicos que jugaban. Se escuchaba música al acercarme a la playa, pero supuse que venía desde el malecón, por que la arena y el muelle estaban oscuros y desiertos. Me quité las sandalias y caminé por la arena, bajo las tablas del muelle y bordeando las vigas de maderas que lo sostenían. Me paré en la orilla, con el agua hasta los tobillos y suspiré el aroma del mar. La luna, redonda, blanca y grande, se reflejaba en la negrura del agua a lo lejos. El mar estaba en calma y hacía calor.
—Has venido—ya reconocí la voz de James, aunque me habló desde las alturas. Estaba sentado en el mismo lugar de la noche anterior, con las piernas colgando hacia abajo. Me miraba intensamente cuando yo me giré para mirarle también. Me sonrió y yo le sonreí—. Me alegro.
—Te dije que vendría—le recordé.
— ¿Así que eres de palabra?—bromeó él mientras se balanceaban temerariamente hacia delante.
—Sí, eso parece—admití con timidez.
—Voy a bajar—el chico volvió a balancearse—. Solo tardo un segundo.
— ¿Qué?—me alarmé. Iba a lanzarse—. Espera, James ¿Qué haces?, puede ser peligroso.
Pero él se impulsó hacia delante y se lanzó. Apenas tardó un minutó en caer de cuclillas a mi lado, salpicando de agua varios metros. Mi pantalón quedó empapado varios palmos, pero no me importó por que hacía calor.
— ¿Estás bien?—le tendí una mano y él me la aceptó y se puso de pie mientras reía. Tenía una risa muy bonita—. Eso ha sido una estupidez.
—No pasa nada—se sacudió el agua de las palmas de las manos y me sonrió—. Ty y yo hemos bajado así desde que éramos niños.
—Eso no lo hace menos estúpido—le aseguré justo antes de morderme el labio inferior para contener los nervios y la risa.
— ¿Sigues hablando del salto o de Ty y de mí?—quiso saber en un tono bastante jocoso. Se acercó un poco y se metió una mano en el bolsillo con algo de timidez.
—Del salto—murmuré—por supuesto.
—Por supuesto—repitió él mucho más bajito y luego levantó una mano y me soltó el labio de entre mis dientes. Sus dedos sobre mis labios me produjeron unas cosquillas eléctricas que me bajaron por la columna—. ¿Puedo hacerlo yo?
— ¿El qué?—me temblaba el cuerpo y el corazón me latía con fuerza. Ningún chico se me había acercado nunca de aquel modo, y había tenido que marcharme a otra ciudad para que sucediera, y tan deprisa.
—Morderte el labio—James se acercó un poco más sugerente—. Me gustaría mucho.
—Por que soy algo nuevo—suspiré tragando saliva con dificultad.
—Te dije que no hicieras caso de Ty—sonrió y sus profundos ojos negros fueron como un túnel de deseo cuando me miraron fijamente—. Pero es cierto. Este pueblo es aburrido, su gente es aburrida. Cuando te vi en el puente y te hablé y tú te limitaste a guardar silencio, pensé que eras otro turista aburrido más, un alemán de paso. Pero luego hablaste y supe que eras de aquí, y me dijiste que te quedarías una temporada. Eres alguien desconocido, algo nuevo. ¿Es acaso malo que me atraigas?
—No me conoces—murmuré y suspiré mientras él soltaba mis labios y me acariciaba la cara con dulzura.
— ¿Y no quieres dejarme que te conozca?—me propuso mientras pegaba su cuerpo al mío.
ESTÁS LEYENDO
Estrellas de medianoche
JugendliteraturAlexander llega junto con su hermano a West Hampton para reencontrarse con su madre tras años de ausencia. Sin embargo allí encontrará algo más que una simple relación con su madre, encontrará la pasión el amor en una relación atípica que jamás se p...