13. Para seguir el ritmo

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— ¿Estás bien?—susurró James sin dejar de acariciarme el pelo.

—Estoy molido—admití—. Eso ha sido realmente agotador.

—Vaya—añadió Ty—. Yo pensaba en repetirlo dentro de unos minutos.

No sabía si lo decía en serio, esperaba que no, pero aún así le golpeé en los brazos y él gruño.

—Eso te aseguro que no va a pasar—me negué.

—Hemos sido unos brutos—James pasó sus dedos por mi cara y yo levanté la vista y le miré sonriente—. Lo siento.

—No es tan blando—Ty se irguió y le sacó la lengua a su amigo—. Estoy seguro de que se acostumbrará. Con el tiempo será capaz de llevar el ritmo.

—Tendrás que tener paciencia, Tyler Greer—me incorporé y le puse mala cara—. Por que no soy una máquina.

—Él no quería decir eso, Alexander—le apoyó su amigo que parecía más preocupado por mí que Ty.

—Claro que no—Tyler tragó saliva indeciso—. Solo digo estupideces, perdona, Alexander.

De repente se paró de la arena y comenzó a vestirse, James se removió debajo de mí y yo comprendí que estaba comenzando a sentirse inquieto. Le miré un momento y luego yo también me puse de pie y caminé hasta Ty.

—Eh—le toqué un brazo y él se detuvo. Primero contempló mi desnudez como si fuera algo inevitable, y luego me miró a los ojos—. Está bien, no estoy enfadado.

— ¿Te he hecho daño?—de repente sus ojos se pusieron algo tristes y no me gusto. Al mismo tiempo acomodó un mechón de mi pelo tras mi oreja con mucho cuidado—. Sí es así, te aseguro que no pretendía...

—No—le corté y le sonreí—. No me has hecho daño, ha estado bien. Pero me habéis dejado agotado.

—Con él no tengo que fingir, Alexander—Ty señaló a su amigo sentado en la arena—. Y con la demás gente puedo permitirme el lujo de se egoísta y hostil, pero no quiero ser así contigo.

—Vale—le sostuve el mentón y le besé—. Podemos intentarlo.

—De verdad lo deseo—confesó.

Asentí sin decir nada más y luego me alejé. Le dejé que terminara de vestirse y luego yo le imité y le lancé la ropa a James, que parecía haberse quedado embobado mirando la luna reflejada en el océano.

—Vístete—le ordené—. Y espabila, mi hermano está en esa fiesta.

James me dedicó una sonrisa y luego comenzó a vestirse con pereza, como si acabara de despertarse de un largo sueño. Pero nos vestimos y nos recompusimos de nuevo para volver a la fiesta.

—Llévame—di un salto y me subí encima de la espalda de Ty. Él me agarró las pantorrillas de inmediato para sostenerme y yo enredé mis brazos alrededor de su cuello—. Me has echado un polvo salvaje que me ha dejado sin fuerzas, me lo debes.

—Un polvo salvaje a cambio de llevarle a caballito—rió James girándose delante de nosotros para mirarnos con sorna—. Creo que es una buena oferta.

James rió, yo reí y noté como los músculos de la espalda de Ty se endurecían al imitarnos. Pero no dijo nada, se limitó a cargar conmigo hasta la playa, como si yo no pesara nada, sus movimientos eran igual de ligeros. Un poco antes de llegar a la primera fogata, le pedí que me bajara y lo hizo. Luego caminamos hasta donde se encontraban sus amigos y mi hermano. David me miró fijamente en cuanto me vio llegar.

— ¿Quieres una copa, niño?—me susurró James.

—Claro—asentí—. Pero algo suave.

James me sonrió y luego caminó hasta el otro extremo, rodeando la fogata. Ty ya se había alejado y ahora, los dos amigos, junto a Terence, llenaban varios vasos de plástico de bebida. Yo caminé hasta donde Peer aún tocaba la guitarra.

Estrellas de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora