4. Faro Montauk

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Y me besó. De un modo repentino y sorprendente que apenas me dejó tiempo a reaccionar. Tyler me giró la cara fuertemente y estrelló sus labios contra los míos de una manera violenta. Como si temiera que de darme tiempo para preveer su intención yo me habría apartado. Tampoco me pregunté si lo habría echo o no, ¿Para qué?, él ya movía sus labios contra los míos, abriéndolos con sutileza y metiendo su lengua dentro. Gemí por la fuerza de su boca y él pasó una mano por detrás de mi cabeza y me atrajo hasta él con más fuerza. Fue diferente de besar a James. Tyler fue más pasional, menos delicado y menos dulce, aunque parecía saber lo que hacía. Sabía a cerveza con limón y su barba me raspó delicadamente los labios cuando los abrí para acompasarme a él, a diferencia de James que tenía la piel del rostro más suave y delicada...

—Espera—le puse una mano sobre cada hombro y le aparté. Él apartó los labios tirando de los míos, pero no dejó de sujetarme—. Tyler...

—Ha sido genial—suspiró él entre risas—. Tienes unos labios muy bonitos.

—Oh, Dios, ¿Qué estoy haciendo?—me retiré de su alcance a toda prisa y retrocedí hasta la moto—. Me he besado con tú mejor amigo hace media hora, esto es una locura.

—Una locura es no hacer lo que te apetece en cada momento a los dieciocho años—repuso él caminando junto a mí.

—Diecisiete—corregí—. Tengo diecisiete.

—Pues yo tengo dieciocho—se acercó de nuevo y me agarró de la cintura—. Y me apetece mucho volver a besarte.

— ¿Y James?—inquirí bajando la cabeza para no darle la oportunidad de besarme de nuevo, aunque yo quisiera que lo hiciera.

—También le gustas a él—murmuró—. Pero no es tú novio, no eres suyo, no sales con él—citó—. Tú lo has dicho, apenas nos conoces ¿Qué le debes?

—Yo...—no tenía palabras y tampoco pude contestar por que él volvió a besarme.

Y de igual manera su boca encontró la mía, sus labios abrieron los míos y su lengua se apoderó de la mía. Esta vez me agarró de la barbilla con los dedos y me impidió mover la cabeza. Cerré los ojos y me dejé llevar, no quería apartarme y no encontraba ningún motivo de peso para hacerlo. Le besé.

—Démonos un baño—me propuso tirando de mi mano al principio de alejarse de mí. Luego me soltó y caminó hasta el borde. Yo aún jadeaba sin poder decir nada ni moverme, cuando él comenzó a quitarse la ropa. Una vez en boxer y con su perfecto cuerpo iluminado por la luz de la luna y el tenue reflejo del faro, se giró de espaldas a mí y se los bajó, quedando completamente desnudo—. Siempre he querido bañarme desnudo de noche en la playa—giró la cabeza y me sonrió—. ¿Vienes?

—Ni hablar—disentí antes de tragar saliva con dificultad e intentando no posar la vista en su trasero desnudo, y cohibido, deseoso y excitado por que se diera la vuelta—. No pienso desnudarme ni meterme al agua.

— ¿En serio no te cansas de decirme a todo que no?—se mordió el labio con picardía y luego soltó una risa y giró la cabeza de nuevo. Comenzó a bajar, desnudo, por la ladera.

Corrí hasta el borde por que me había dejado solo allí arriba. Tyler se fue pediendo en la oscuridad de la ladera y lo perdí de vista cuando escuché el primer chapoteo en el agua.

— ¡Estás loco!—grité para que me escuchara desde arriba.

—Tú deberías estarlo un poco más—gritó él—. ¡Ven!

Me giré, desconcertado y muy dudoso. Me llevé un dedo a la boca y me lo mordí hasta que dolió, luego me giré de nuevo y miré hacia abajo, la ladera estaba muy oscura. Y sin poder detener mis actos, de repente me encontré quitándome la ropa, aunque no a tanta prisa como lo había echo él, miré a mi alrededor antes de quitarme los slips y luego lo hice y dejé mi ropa sobre el asiento de la moto. Caminé hasta la ladera y comencé a descender, la hierba estaba fresca y me hizo cosquillas en los pies, y miré hacia el agua, pero no le vi, aunque estaba seguro de que él sí que podía verme mientras descendía, de seguro que estaba disfrutando de aquello como un enano. Me detuve cuando sentí el agua cubrir mis rodillas, ni siquiera me había dado cuenta de que había descendido tanto. Me agarré a una roca y di otro paso al frente que hizo que me hundiera de repente hasta la cintura, resoplé y luego me estabilicé, el agua no debía de estar tan fría por la noche en verano, pero aquella venía de mar abierto y chocaba contra las rocas provocando espuma helada, aún así resultaba agradable debido al calor que hacía fuera.

Estrellas de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora