Aquella ducha me sentó muy bien, el agua fría me calmó los nervios y me ayudó contra la fatiga. Aunque aún me dolían los pies por haber salido corriendo de aquel claro como si me persiguiera un fantasma. Pero mi necesidad de huir había podido conmigo por segunda vez aquel día, y después de que Tyler dejara caer aquella desconcertante proposición, yo me había girado y había echado a correr. Les había escuchado a ambos gritar mi nombre, pero no me había detenido. Había corrido por el bosque hasta el camino y luego había recorrido el trayecto de vuelta hacia la playa. Allí había tomado aliento y luego había vuelto a casa.
— ¿Podemos hablar un momento?—David golpeó la puerta entreabierta de mi cuarto y luego pasó dentro sin más.
— ¿Vas a golpearme otra vez?—reproché yo mientras me cubría la parte superior de mi cuerpo con la blusa del pijama. Había salido del baño solo con los pantalones.
—No voy a justificarme por que sé que ha estado mal y no he debido hacerlo—cerró la puerta y se apoyó en ella—. Pero te has portado mal.
— ¿Por qué me he acostado con un chico?—ironicé mientras me sentaba en el borde de la cama frente a él.
—Apenas le conoces, Alexander—susurró como si aquella conversación le costara más trabajo a él que a mí—. ¿En que pensabas?, eres un adolescente y sé que te atraen los chicos y que a esa edad se hacen locuras, pero pensé que eras más sensato. Siempre has sido el más sensato de los dos.
— ¿Tú que sabes?—reí—. Era papá quien cuidaba de nosotros. Era él quien decía que tú siempre has sido más impulsivo y rebelde que yo. Pero tú no sabes nada, no cuidabas de mí, te limitabas a salir y a estudiar, y llegabas a casa y todo era perfecto. Y cuando él murió, intenté ponerte las cosas fáciles, por que tu deber como hermano mayor era cuidar de mí y mi deber era no ocasionar problemas. Pero no sabes nada de lo que siento, no finjas que sí. No sabes como soy ni lo que me gusta, ni mucho menos la forma en la que suelo comportarme. ¿Te molesta que haga amigos? ¿O te molesta que reniegue de esa mujer a la que de repente te hace ilusión llamar mamá? ¿Por qué sabes una cosa?, yo no lo siento así. No le debo nada. ¿Cuántas veces me llevó al médico?—ironicé—. ¿Y a ti? ¿Te arropó cuando estabas enfermo, o en las noches de tormenta? ¿Te puso monedas bajo la almohada para hacerte creer que había venido el ratoncito Pérez?, no, claro que no. Eso lo hacía papá. Puedes fingir que es la madre perfecta y que pese a haberla visto en contadas ocasiones en nuestra vida, la quieres mucho y la respetas. Pero yo no pienso jugar a ser hipócrita. Esa mujer nos abandonó y yo pienso irme de aquí en cuanto cumpla los dieciocho, contigo o sin ti.
—Alexander... —susurró descolocado por mi monólogo.
—Así soy, hermano—me crucé de brazos y aparté la vista—. Es lo que siento. Y sí, me gustó ese chico, se portó bien conmigo y me hizo sentir bien. Si crees que por eso me he portado mal, puedes pensar lo que quieras.
—Las has insultado a ella—dio un paso al frente—. Y puede que no la quieras, pero es nuestra madre y se merece más respeto.
— ¿No debería haberse respetado ella antes de meterse con un hombre casado?—repuse—. ¿Qué derecho tiene a dar clases de moralidad?
—Yo no digo que sea perfecta—dio otro paso—. Pero tenemos que convivir con ella, y no pedemos juzgar todo lo que haga.
— ¿Cómo vamos a ser una familia si me pides que mienta, que calle lo que siento y mire para otra lado?—ironicé—. No es nada justo.
—Sé está esforzando, Alexander—me dijo—. Allí abajo a dado la cara por ti ante ese chico. Que te recuerdo que te ha estado utilizando para hacerle daño a ella, ¿esa es la relación madura que quieres?
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Estrellas de medianoche
Ficção AdolescenteAlexander llega junto con su hermano a West Hampton para reencontrarse con su madre tras años de ausencia. Sin embargo allí encontrará algo más que una simple relación con su madre, encontrará la pasión el amor en una relación atípica que jamás se p...