5. Troglodita

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— ¿Estás bien?—él bajó a toda prisa, aún desnudo, y me tendió una mano para ayudar a levantarme—. Lo siento—se rió—. No pretendía que te hicieras daño.

—Eres un estúpido—murmuré mientras me recuperaba del susto. No estaba herido, solo tenía magulladuras en las manos y el trasero dolorido, nada más. Decliné su ofrecimiento de ayuda y me puse de pie poco a poco.

— ¿Estás bien?—repitió mientras me sujetaba para ayudarme a subir.

—No, quita—le aparté para que dejara de tocarme—. No ha sido nada, estoy bien.

El bufó, pero dejó que subiera de nuevo hasta los pies del faro por mi mismo. Arriba me giré y luego aparté la mirada incómodo. Estaba claro que a él no le importaba en absoluto que yo le viese desnudo. Pude verle el pene durante un momento, ya no estaba erecto, pero aún así era bastante prominente. Tyler se llevó una mano hasta el pelo de la nuca y sonrió como si estuviera posando. Yo bajé la mirada hacia mis manos, incómodo.

—A mi no me importa, nene—se apresuró a decir—. A ver, déjame verte las manos.

—No es nada—le indiqué con un dedo, sin levantar la vista, para que no se acercara—. Por favor, cúbrete.

Él sonrió, se divertía a mi costa, eso era más que evidente. Sin embargo me hizo caso y caminó hasta su moto, agarró su ropa y comenzó a vestirse. Se puso los calzoncillos, los pantalones y los zapatos.

—Es una pena que te hayas vestido para nada—habló una vez con la ropa puesta. Yo le miré de repente por que no entendí a que venía eso ahora. Ty me señaló de arriba abajo—. No vas a subirte así en mi moto.

Entonces me miré. Tenía toda la ropa cubierta de barro y buena parte de los brazos. Volví a mirarle a él, que se había poyado contra el asiento de su moto y esperaba y me miraba expectante.

—Ha sido culpa tuya—le reproché—. ¿Qué pretendes que haga?

—Puedes quitarte la ropa o puedes irte caminando—se encogió de hombros, como si esa decisión no le importara nada.

— ¿Cómo voy a irme caminando, animal?—le grité furioso—. Estamos muy lejos. Ni siquiera... —me giré sobre mi mismo, alterado—. Ni siquiera sabría volver. No sé donde estamos.

—Entonces solo te queda una opción—me señaló de arriba abajo y sonrió. Cómo estaba disfrutando él con aquello—. Venga, date prisa.

— ¡Eres un cerdo!—me eché hacia delante con los puños apretados.

—Hace un rato no pensabas eso mientras...

— ¡Cállate!—le grité antes de detenerme. Tenía ganas de abofetearle, pero eso solo empeoraría mi situación—. Sabía que iba arrepentirme.

—Pues arrepiéntete mientras te quitas la ropa.

Me giré y me alejé de él. Me volví a quitar la ropa. Tiré la camiseta y los vaqueros a un lado. Luego él me hizo una señal para que me quitara también los zapatos y se quedó mirando mis slips.

—Ni lo sueñes—le advertí.

—No he dicho nada—levantó una mano como sin con ello pudiera detener mi enfado. Luego agarró su chaqueta de cuero y caminó hasta mí—. Ten, póntela, tampoco quiero que cojas una pulmonía.

La agarré de malos modos y me la puse. No es que me apeteciera pero tampoco quería ir en paños menores mientras regresábamos a West Haptons. Ty regresó a su moto y yo le seguí hasta allí y me subí en la moto. El chico arrancó y nos fuimos. Éramos un cuadro; Él desnudo de cintura para arriba y yo casi desnudo completamente. Me agarré a él y salimos pitando de allí. Ty se dio prisa en regresar a al pueblo costero del que habíamos salido. Yo me arrebujé bajo la piel de la chaqueta y cerré los ojos. Estaba agotado y sin quererlo, apoyé la cabeza sobre la espalda de Ty y dejé que me llevara a casa.

Estrellas de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora