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-Bien, llegó el momento de domesticarte. -Se acercó a Blas y este sintió que le ponía algo en el cuello, tras esto, le soltó las manos y las piernas. -Puedes levantarte.

Saltó de la cama para correr a la puerta, atravesó el salón y cuando casi llegaba a la puerta de la calle sintió un tirón en el cuello que le hizo caer de espalda, jadeando y con lágrimas en los ojos tocó su cuello.

-Tienes un collar, eres mi mascota, una larga cadena para que puedas moverte, pero no llega a la puerta de la calle, ni al interior de la cocina. No te sirve gritar, las paredes están insonorizadas y no podrás abrir las ventanas para pedir ayuda.

-Me tienes secuestrado.

-No, solo estas retenido hasta que estés domesticado. Por cierto, lo primero que quiero que aprendas. Llámame AMO.

-Por supuesto que no.

-Bien, sé todo lo rebelde que quieras, será tan divertido. -Tira de su cadena para que se levante. -Vamos al dormitorio.

-No quiero, eres basura. Fui demasiado bueno contigo. Suéltame.

-Cuando aprendas a llamarme Amo, te enseñaré a no insultarme. -Tiró más fuerte de la cadena. -Al dormitorio, ya.

- ¿Cuánto tiempo piensas tenerme así?

-Tenemos todo el verano para educarte. No te preocupes, ya verás como aprendes rápido, eres un chico listo. -Tras esto le arrastró tirando de la cadena haciendo que entrara en el dormitorio.

-Suelta, no quiero.

Sin hablar más lo puso frente a un espejo y le colocó unas esposas que colgaban del techo, haciendo que se sostuviera sobre sus pies, casi con la punta de ellos, estirado, con los brazos sobre su cabeza frente a un espejo de cuerpo entero.

Se veía desnudo, con un collar rojo, tenía un candado para no poder quitárselo, desnudo y completamente a merced de ese loco, veía como temblaba mientras observaba a Elías, que parado frente a un enorme ropero asentía con la cabeza mientras sacaba algo, después le mostró, era una fusta.

- ¿Qué coño vas a hacer con eso?

-Educarte. -Le rozó con ella, un cosquilleo le surgía por donde iba acariciando con esa cosa. -Dime Amo.

-Nunca.

-Cada vez que te niegues, recibirás, diez golpes.

-No me jodas.

-Comencemos. Vas por diez.

-Ni en sueños me vas a derrotar.

-Sabes echaba de menos tu maravilloso y redondo culo. Tan blanco, como toda tu piel, en segundos estarás rojo.

Comenzó a contar en voz alta.

-Uno.

Dejó caer la fusta sobre el hermoso culo del menor.

-Para.

-Otras diez, vas por diecinueve.

Volvió a dejar que la fusta golpeara el hermoso cuerpo mientras contaba en voz alta.

-Eres escoria.

-Niño, aumentamos a otras diez, no podrás soportarlo. Dime Amo.

Siguió golpeando, el hermoso y blanco cuerpo iba cambiando a rojo, mientras Blas mordía sus labios haciendo que sangraran, lágrimas y mocos caían de su orgulloso rostro, negándose a decir la palabra mágica.

-Tienes aguante, mira, tan sexy, mira el reflejo. -Le tiró del pelo haciendo que abriera los ojos y se viera en el espejo, desnudo con marcas de la fusta por toda la piel. -Tan hermoso, faltan treinta golpes más, o me llamaras Amo.

-Amo, no más, Amo por favor.

-Muy bien, buen niño.

Elías le soltó con cuidado de las esposas, el pobre no podía sostenerse y cayó en los brazos de su captor, este lo sostuvo y sentándose en la cama lo puso en su regazo mientras le abrazaba. Secaba sus lágrimas y limpiaba sus mocos, arrullaba y abrazaba al pequeño y tembloroso rubio.

-Ya está, lo has hecho muy bien, aprendiste la primera lección, eres un buen chico.

Abrazando al tembloroso niño lo besó, sintió como el rubio le devolvía el beso, hacía que sus lenguas se acariciaran y se dejó acariciar y besar sin oponerse. Elías, más que excitado cogió el lubricante y comenzó a prepararlo, el lloroso niño, acostado en la cama, con las piernas abiertas se dejaba hacer.

Tardo un poco en aflojar la zona, hacía meses que no tenían relaciones, satisfecho de constatar su fidelidad, acarició y besó al sensible menor para poco después penetrarlo con urgente satisfacción. Sentía los brazos del menor abrazándolo y acercándolo a él, gemía y suspiraba mientras la dura vara golpeaba su próstata.

-Ahhhhhhhhhhh...Amo...ahí...sí...más...Amooooooo.

-Muy bien, dejaré que te corras, así bien, que cuerpo más lujurioso.

Le ayudo a correrse, para dejarlo boca abajo y embestirlo con más fuerza, excitado viendo las marcas de la fusta en el maravilloso culo del niño, no podía dejar de mover las caderas sumergiéndose en ese cuerpo que llevaba tanto tiempo extrañando.

Blas agotado tras varios orgasmos, con el cuerpo dolorido de los golpes, gemía suplicando por el final, pero aquella malvada polla estaba muy dura y parecía que más crecía con sus ruegos.

-Amo...detente...duele.

-Ya acabo, eres tan ardiente...joder como me pones. -Le mordió marcando el hombro del menor mientras se corría por tercera vez, llenando ese canal de nuevo. Se dejó caer satisfecho en la cama acercando a Blas y besándolo satisfecho del placer obtenido. -Eres el mejor, echaba de menos tenerte.

-Amo, me duele todo el cuerpo.

-No te preocupes, te acostumbraras, con lo tozudo que eres, tendré muchos golpes que darte para que aprendas. ¿Verdad?

-Sí, Amo. -Afirmó irritado Blas.

-Descansa mientras ordeno la habitación. También voy a preparar el baño.

Minutos después, cuando Elías fue al baño a preparar las cosas, se movió por el dormitorio intentando abrir los cajones y roperos. Nada se abría solo el ropero donde estaba su ropa. Todo lo demás estaba cerrado con llave. Hasta el ropero de donde saco la fusta, el espejo lo había guardado en ese ropero también, no había nada que pudiera usar para atacarlo.

Escuchando que volvía a por él, se acostó en la cama para que pensara que estaba descansando. Cuando se acercaron al baño, Elías soltó el collar y le hizo entrar cerrando la puerta con llave. Lo metió en la bañera donde se bañaron los dos, tras esto, volvió a colocar el collar y volvieron al dormitorio donde uso una pomada para aliviar todos los golpes que le había dado.

-Supongo que tienes hambre, iré a preparar la cena, puedes ver la tele en el salón.

- Amo, por favor dame ropa.

-Claro, toma estos calzoncillos, no necesitas más, recuerdo como te gustaba estar medio desnudo por mi casa.

Blas se odio por ello, sabía cuánto excitaba a Elías y siempre estaba medio desnudo para que viera aquello que no podría tener. Ahora las cosas eran distintas y podría violarlo siempre que deseara.

-Nunca te violaré, si te tocaré y acariciaré, pero te juro que no te haré mío hasta que no lo pidas o concedas, como antes. -Le miro sonriendo por su cara de sorpresa. -No te preocupes, descansa viendo la tele.

-Amo, tengo que llamar a mis padres.

-No te preocupe, les dije que tenía muchas sorpresas para ti y unas vacaciones maravillosas, que los llamarías en unas semanas, pero si puedes mandarles mensajes, siempre y cuando yo acepte lo escrito.

-Lo tiene todo pensado el pedazo de mierda -Le oyó susurrar Elías, sonrió por lo frustrado que sonaba. Cuando estuviera mejor de la lección de hoy, le enseñaría a no insultar.

Continúa>>>

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