17

2.6K 176 23
                                    

Sergio y Rafa miran asombrados el gran hotel donde van a hospedarse. Los dos habían pedido permiso a sus respectivas familias para pasar la Navidad con otros amigos. Fin de año estarían separados y con sus respectivas familias, pero ahora podrían disfrutar de estar juntos.

-Aquí nos quedamos en verano. La comida es deliciosa, la habitación perfecta, la playa increíble. -Blas hablaba encantado. -La piscina es un sueño. Ya verán lo bien que lo pasamos.

- ¿Por qué estás nervioso? -Sergio, serio y observador miraba atentamente al rubio. - ¿Va todo bien?

-Es que la semana que viene, para Fin de año, conoceré a la familia de Elías, estoy de los nervios.

Estaban esperando por Elías, había ido un momento al baño, antes de pasar por recepción para que los llevaran a sus habitaciones.

-Nosotros tenemos la suerte que ya conocemos a la familia del otro. Eso nos lo saltamos.

- ¿Van a contar que están juntos?

-No, aún no. No estoy preparado. -Rafa sonrió mientras miraba con preocupación a Sergio, se inclinó un poco para besar su mejilla. -No te enfades, ya lo habíamos discutido.

-Lo sé, no tengo nada que decir, pero no te pongas en plan dulce para aplacarme. -Le pellizcó las mejillas, después se estiró un poco para besar una de ellas. -Vamos ya, Elías va a recepción. 


-Elías, estaba pensando...bueno... -Blas se siente nervioso, sentado en la gran cama del dormitorio, mientras su pareja deshace el equipaje y va ordenando todas las cosas. -A lo mejor estás conforme...

-Dime ya, no estés nervioso, no pasa nada. -Acarició su cabeza para darle ánimos. Blas tiró de él para besarle y tomar algo de su fuerza.

-Cuando mis padres estén en su casa, vamos un día de fin de semana para presentarte formalmente.

- ¿Estás seguro?

-En verdad me da lo mismo lo que digan o piensen. Es más, por ti. Para seguir manteniendo la igualdad entre nosotros, la relación debe estar en el mismo nivel por los dos lados, así que es importante. -Le abrazó apoyando la cabeza en su hombro. -Estando contigo haré frente a todo.

-Ya veo, así que estamos dando lo mismo en la relación.

-Eso espero. Vamos a ponernos los bañadores y bajar a la piscina.

Los días pasaron más rápido de lo que esperaban. La cena de navidad en el hermoso hotel, aparte de deliciosa, romántica y divertida, fue la más maravillosa que tuvieron nunca, junto a la persona que más aman sin tener que compartirla con nadie más, pudiendo besarse, abrazarse o acurrucarse sin tener que ser considerados con otros.

-Jooo, es nuestra penúltima noche aquí. Me parece terrible. Quiero estar más en este lugar.

-Ven, deja que te desnude, tendremos que aprovechar lo poco que nos queda de estar aquí.

-Lo que quieres es devorarme.

-Por supuesto Blas, eres tan excitante. ¿Qué haces?

-Desnudarme para ti. Lentamente, ¿te gusta verdad?

-Me encanta, ven a mí, deja que mi lengua viaje por todo tu cuerpo.

Blas se deja tomar de la mano para ser acercado a Elías, este cumple con lo dicho y llena la blanca piel de innumerables marcas de besos húmedos y ardientes. Le susurra palabras de amor y deseo mientras besa y devora al pequeño que tiembla entre sus brazos.

Le prepara con suavidad y de forma gentil y tranquila, disfrutando de todas las horas que tendrá por delante para perderse en las profundidades de ese pequeño cuerpo. Hace que jadee y suplique, provoca que le clavé las uñas para obligarlo a penetrarlo, tan ansioso, temblando de deseo mientras su anillo dilatado absorbe sus dedos sin sentirse saciado, deseando algo más grande y duro.

Cuando por fin lo penetra de una sola estocada clavándose en lo más profundo del cuerpo, Blas suelta un gemido mientras pequeñas lágrimas se desprenden de sus enamorados ojos. Satisfecho de sentirse unido a Elías, le enreda con las piernas y lo abraza para evitar que se mueva aún.

-Elías.

-Dime.

-Te amo, estoy locamente enamorado de ti. -Da unos pequeños besos por la sorprendida cara de su novio. -No digas que no lo sabías, no te sorprendas tanto.

-Nunca me lo has dicho.

-Llevas entrando en mi cuerpo desde hace siete años, un mes y ocho días. En mi corazón entraste un poco más tarde, pero estás anclado en él, como tu enorme polla está clavada en lo más hondo de mí.

-Mierda, con lo romántico que estabas siendo. -Elías sonreía mientras lágrimas de felicidad bañan su rostro. -Me preocupaba nunca oírte decirlo.

-Gracias por ser tan paciente. Feliz Navidad mi amor. -Usa sus pulgares para secar estas y lo acerca para besarle.

-Feliz Navidad.

Comenzó a mover sus caderas para satisfacción del pequeño que le abraza y se esfuerza en hacer que estén en un estrecho abrazo mientras sus cuerpos siguen con su danza que les acerca a los maravillosos orgasmos que se van provocando a lo largo de la noche.

A la mañana siguiente se encuentran los cuatro en la mesa del desayuno, algunos más perjudicados que otros y los cuatros sabiendo que no podrán ir al spa como habían hablado. Todos están llenos de las marcas de amor, que la noche les había regalado.



Ahora aquí están, en casa de los padres de Elías, Blas, por primera vez en su vida está agradecido a sus padres, aún con lo nervioso que está, siendo observado por todos, hacía parecer como si nada sucedía. Con todos quiere decir, los padres, los tres hermanos de Elías, sus esposas, algunos de sus hijos, primos, tíos. Mierda esa casa está llena de gente que quiere tanto a Elías que morían de ganas de conocer a su novio.

-Pero eres tan guapo.

-Que buen gusto tiene ese chico.

-Tan joven.

-No te dejes mangonear por cosas de la edad.

-Eres tan refinado.

-Tan educado.

Así siguen unos y otros, mirando y sonriendo, pero sin hablar nada en concreto. Elías cuenta alguna que otra cosa de su nuevo trabajo, pero todo el mundo solo observa a Blas. Contestó alguna que otra pregunta de la carrera, pero solo desea salir corriendo de allí.

-Bueno vengan todos a cenar. Los sitios tienen los nombres puestos, así que no tienen que preguntar donde sentarse. -La madre de Elías llamó desde el comedor donde dos grandes mesas darían cabida a todos.

Ellos se quedaron un poco retrasados, ya que el mayor retuvo a Blas para darle un pequeño abrazo.

- ¿Estás bien? Siento que sean un poco pesados.

-Son muy amables, no te preocupes, mejor entremos.

Elías le dio un pequeño beso y cuando se separó oyeron gritos de emoción, al mirar a la puerta toda la familia estaba allí mirando todos emocionados.

-Joder, que vergüenza, quiero morirme. -Dijo el sonrojado Blas en voz muy baja.

-Lo siento mucho. -Le susurró a su vez Elías. -Dejen de mirarnos, ya vamos a cenar, son de lo peor.

Continúa>>>

EducandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora