"El oficio de servir"

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Narra Johann

"Acompañar es una acción puramente solidaria, es tener la sensibilidad de comprender las necesidades del otro, es aceptar sin juzgar, es simplemente el oficio de servir".

Leí esa frase mientras terminaba de abotonar la parte superior de mi uniforme. La frase se encontraba impresa en un papel grueso de color verde, el cual, estaba adherido con ayuda de dos trozos de cinta transparente al espejo de mi tocador. Había decidido colocarla en ese lugar porque tenía la costumbre de vestirme y desvestirme frente a mi espejo cada que llegaba a casa, así que siempre me la pasaba leyéndola. Me servía para recordar del porqué regresaba muy tarde, me iba muy temprano o a mitad de la madrugada cuando surgía alguna emergencia.

Algunos días sí me era complicado salir de la cama y más cuando parecía que iba a ser un día nublado, lluvioso o con mucho frío.

Leer esa frase me motivaba a continuar con lo que había decidido estudiar hace años; enfermería, pero con una especialidad en nutrición.

Me fascinaba ayudar a las personas.

Mi trabajo era muy gratificante a nivel personal y me encantaba

-Creo que ya está...-susurré mientras me daba una última mirada en el espejo y después salí de mi habitación.

En mi camino rumbo a la cocina, fui encontrado por mis dos pequeños acompañantes que llevaban viviendo junto a mí desde hace 6 años. Magda y Gaspar

-Hola, hola-me reí cuando mis dos perritos brincaron de emoción al verme. Colocaron sus patitas sobre mis piernas para hacerme saber que querían recibir sus mimos diarios y no me hice del rogar.

Acaricié la parte trasera de sus orejas y después el largo de sus lomos. Lo hice unas tres veces

-Ya, ya porque se me hace tarde-continué con mi camino rumbo a la cocina y me dediqué en prepararme un licuado con varias frutas y lo bebí junto a un trozo de pan que me había sobrado de la noche anterior.

Un desayuno nada aceptable por mis estudios, pero con eso era suficiente para sobrevivir unas 2 o incluso 3 horas hasta que de nuevo me diera hambre. Solo hasta entonces me dedicaría en conseguir un buen almuerzo.

Cuando me comí el último trozo de pan, escuché un ladrido que me hizo sobresaltar.

Observé a Magda y a Gaspar. Ambos estaban sentados frente a mí y movían sus colas esponjosas con emoción. Observé hacia sus dispensadores de agua y de croquetas y los encontré casi vacíos

-Perdón-mastiqué el pan y me tomé de dos tragos el resto de mi licuado para después hincarme frente a un compartimento de mi cocina integrada en donde guardaba el bulto de croquetas. Poco a poco llené el dispensador de comida y después rellené el de agua. Magda y Gaspar empezaron a comer lo que siempre era su desayuno, comida y cena.

Me decidí en comprar esos dispensadores porque había días en los que no regresaba a casa en todo el día y como vivía solo y nadie más podía cuidar de mis "preciosuras", me pareció una buena idea adquirirlos.

Solo me preocupaba en mantenerlos limpios y rellenos, al igual que a mis dos mejores amigos, pero también les agregaba un tiempo extra para pasearlos.

Magda y Gaspar eran importantes en mi vida. Cuando un día se tornaba complicado, ellos se encargaban de llenarme de lengüetazos y de alegrarme al instante. Alejaban de mí los pensamientos negativos o las malas experiencias que tenía a lo largo de los días.

Amaba mi trabajo, sí, pero era consciente de que había días en los que no todo era de color rosa o amarillo. A veces veía a los pacientes en su lecho de muerte e incluso agonizando. Era bastante complicado mantener a salvo la mente con tantos sentimientos encontrados, pero no imposible.

Fugitivos II: ¿Una razón para vivir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora