Narra Johann
Lavé con dedicación el plato hondo que había utilizado para servir la papilla de Daniel. Esta vez, la papilla consistió en leche de almendra con plátano y fresa. Para mi sorpresa, Daniel estuvo a 6 cucharadas de terminársela, pero a pesar de mis intentos de motivación y súplicas, élno desistió y yo no insistí en más de dos ocasiones.
Suspiré.
Sí, había avances. Daniel estaba comiendo una buena cantidad y eso era algo muy positivo porque la comida ayudaba a la recuperación física de los músculos, el fortalecimiento de los huesos y se recobraba la energía. Poco a poco, Daniel iba a ser más independiente y entonces... mi trabajo terminaría.
De mi trabajo, esa era la parte complicada; despedirme de mis pacientes.
Volví a suspirar mientras acomodaba el plato limpio sobre un pequeño estante para que se escurriera por completo y empecé a lavar la cuchara junto al vaso de la licuadora.
Y no se confundan, no quiero decir que la recuperación y la salud de mis pacientes no me alegraba. ¡Claro que me alegra! Ver a un paciente en cama y después andando de un lado a otro, me llenaba el alma y el corazón. Era una experiencia, un sentimiento demasiado gratificante, pero ese proceso de despedida me entristecía.
En el pasado había tenido uno que otro paciente que conseguía mi número y me mandaba mensajes de agradecimiento por mi arduo trabajo y muchos otros me daban una visita sorpresa en el hospital, pero ahí terminaba todo. Ellos no permanecían como amigos, ni siquiera como conocidos y lo entendía, porque era lo normal. Así debía ser porque solo debíamos tener una relación profesional.
Había otras ocasiones en las que mis pacientes seniles, algunas mañanas los veía muy bien, pero al día siguiente me daban la noticia de su fallecimiento. Y eso era difícil de superar; era complicado dejar ir a una persona que abría las puertas de su intimidad a alguien que no conocía de nada.
Me encariñaba muy rápido con las personas, ese era mi problema.
Y no era el único, muchos y muchas colegas pasaban por lo mismo, incluso los médicos. El cuidado de la salud era un tema que amaba, pero era bastante duro tanto en los estudios como en la práctica.
Coloqué la cuchara y el vaso de la licuadora a un lado del estante y volví a suspirar.
A pesar de que todavía faltaba demasiado para que Daniel se recuperara por completo, yo ya estaba pensando en la inminente despedida y eso me entristecía. Apenas llevaba una semana y media de trabajo a domicilio, pero el tratamiento completo ya llevaba poco más de 6 meses. Así que, en otras palabras, llevaba 6 meses de conocer a Daniel.
Por todo eso y más, no podía evitar pensar en la recuperación porque los avances estaban siendo efímeros.
Y eso estaba muy bien, pero no entendía por qué el asunto me preocupaba.
¿Por qué con Daniel estaba siendo diferente?
¿Por qué desde un principio el tema me tenía dando y dando vueltas?
¿Por qué?
Froté mi frente y volví a suspirar
Tal vez estaba obsesionándome con esto porque anoche me había desvelado para hacer el nuevo menú y solo conseguí dormir 2 horas ya que tuve que leer algunos artículos científicos sobre las propiedades de los alimentos.
Cuando juntaba las palabras "leer" y "alimentos", mi tiempo se esfumaba. Ambos eran temas que me apasionaban y por eso no era consciente de lo que sucedía a mi alrededor.
Pero precisamente, gracias a esos esfuerzos nocturnos, la papilla le había gustado a Daniel y estuvo a nada de terminársela. Ahora me daba cuenta de que le gustaban los sabores dulces como el de las frutas, pero no podía darle ese capricho porque su dieta también debía incluir todo tipo de hortalizas. A mí tampoco me gustaban las papillas de verduras y por eso había investigado otras maneras para darle los vegetales; iba a hervirlos.
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Fugitivos II: ¿Una razón para vivir?
Ficção CientíficaEl pasado siempre toca a la puerta de quienes desean ignorarlo y de quienes no lo conocen. -¿Se encuentra Sean?- -¿Quién lo busca?- -Entrégale esto, él sabrá quién soy- Nadie se lo esperaba, ni siquiera Sean que muchas veces llevaba más de 10 pasos...