Capítulo 1

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Han pasado cuatro años desde que me desperté y no volví a ver a mi marido.
Su partida me impactó tanto que aún no consigo hacerme a la idea de que Piero volverá.
Cuando estoy sola miro por la ventana el reflejo de la Luna y esos puntitos brillantes, intento no pensar, involuntariamente mi mano se va hacia pecho, pensando nuevamente en Piero, en el momento de su partida, porque a pesar del tiempo siempre vuelve, y duele mucho asimilar que ya no está a mi lado. Da igual el tiempo que pase, el sufrimiento vuelve y duele como el primer día.

Lo único que me arrepiento es de no haberlo conocido antes, con él fui feliz, tuve a mi hijo y aunque esté sola, lo cuido y amo por los dos.
Mi hijo es todo para mí, su alegría me da fuerzas, su inocencia me hace querer seguir luchando por los dos.

Hoy nos encontramos en el aeropuerto, Natacha y Antón nos han invitado para pasar unos días en Grecia.

Monto en el avión junto a mi hijo, después de habernos despedido de mi hermano y cuñada.
Piero está feliz jugando con sus juguetes, mientras tanto yo miro distraída la ventanilla recordando cuando vine por primera vez a Grecia junto a Piero. Suspiro apenada al recordar como él fue tan amable conmigo y lentamente me fue secando mis lágrimas para hacerme feliz.
Fue cerca de dos años lo que estuve viviendo con él, aquellos fueron los días más felices de mi vida, los que pasé junto a mi marido.
Después, nació Piero y aunque él calmó un poco mi angustia, el recuerdo sigue permanente en mi memoria echando en falta la ausencia de un hombre que amé y aún no termino de adaptarme al vacío que me dejó.

Horas más tarde llegamos al aeropuerto de Grecia.
Allí nos esperan Antón y Natacha.
Nada más verlo siento emoción al poder abrazarlos, ha pasado tiempo desde que nos vimos. Fue en el funeral de Piero.
Aunque no hemos perdido el contacto, por circunstancias, no hemos podido vernos desde entonces. Mi hijo, se esconde detrás de mí tímidamente. Para él son unos desconocidos, yo trato de explicarle quién son. Natacha se agacha y le da una bolsa con dulces.
Como niño, se deja convencer y acepta los dulces ganándose el cariño se Natacha.

Durante el trayecto a casa, hablamos de cómo nos van nuestras vidas.
Antón y Natacha siguen haciendo su vida con normalidad, Rayan está a punto de casarse y Jamal y Sara está estudiando en el extranjero. Jamal está terminando su carrera en Atenas.

Al llegar a casa de mis cuñados, Natacha me indica cuál es mi habitación. Hablo con ella durante unos minutos sobre mi soledad. Natacha me surgiere que vuelva a rehacer mi vida.
Niego con mi cabeza. Si de algo estoy segura es que ya no habrá más hombres en mi vida.
Llevo años luchando por sacar a mi hijo adelante haciendo lo posible para que nada le falte. Y yo, estoy bien conforme estoy.

Aún así, Natacha sigue aconsejándome que debo de rehacer mi vida de nuevo, si dejo pasar el tiempo me acostumbraré a la soledad.
Sigo pensando que nadie volverá hacerme tan feliz como lo hizo Piero.
Para mí, fueron los mejores días de mi vida, él supo arrancarme una sonrisa y limpiar con sus besos mis lágrimas, ofreciendo su calor para transportarme a la paz que tanto anhelaba.
Nadie ocupará el lugar de Piero. Soy consciente de que mi piel se arruga y la soledad será más grande.
Es un riesgo que debo de afrontar y tratar de vivir mi vida de la mejor manera posible.

Después de haber descansando un poco, ayudo a preparar la cena mientras comentamos cómo van los últimos preparativos para la boda de Rayan.
En ese momento, llega Rayan con su prometida. Nos presentamos y todos juntos nos sentamos en la mesa a cenar.

Durante la cena, hablamos sobre la boda, la cual se va celebrar en dos semanas.  Me siento feliz por la pareja, y por ello les hago un regalo.
Nada más abrir el regalo, Rayan se emociona al ver uno de los cuadros que pintó su tío. Me agradece el detalle y acabamos abrazados recordando nuevamente a Piero.

La Sonrisa Que Siempre Soñaste ExisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora