Capítulo 4

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— Buenos días mi cielo, ¿Cómo has dormido? — Sonrío mirándole viendo como poco a poco abre sus ojos.

— Bien. — Me responde mirando el techo algo desconcertado.

— Y tú mamá, has dormido bien. — Piero me abraza fuerte dándome mi beso mañanero.

— Muy bien. — Miento un poco. Pues casi me costó conciliar el sueño pensando en las palabras de Eliel y en cómo su efecto no tardó en provocarme ligeramente ganas y deseo por querer ir tras él para aventurarme en una pasión desconocida.

— Ven mi pequeño, debemos irnos. Vamos al baño primero.

Cojo en brazos  a mi pequeño para llevarlo al baño.
Al abrir la puerta me quedo alucinando con lo que veo y lo que es peor, mi cuerpo se ha convertido en antorcha y solo por verlo desnudo con una toalla liada a su cintura mientras se termina de afeitar.
Eliel es más sexy de lo que pensaba.
Piero sale corriendo para abalanzarse sobre él, el cual lo coge sin ningún problema alzándolo más arriba haciendo que mi pequeño ría divertido por las cosas que le hace Eliel.

— Buenos días mami. ¿Ha dormido bien? — Su mirada esmeralda traviesa hace que me ponga nerviosa.

— Buenos días. Sí, he dormido bien, ¿y tú?

— Mal. No tuve ha nadie que me bajara la fiebre. Espero que hayas dormido plácidamente sin remordimientos. — Su expresión es divertida, aún así esa manera de mirarme hace que en parte me sienta un poco culpable por no haber contestado a su petición, cuando toda yo ansiaba hacerlo.

— Voy a lavar un poco a Piero y después nos vamos, no quiero molestarte más. — Me siento avergonzada y a la vez no puedo dejar de devorarlo con los ojos.

— Aún no os vayáis. Ducharos si quieres y después desayunamos.

— No tenemos ropa limpia. — Le respondo sintiendo más elevada mi respiración.

— Llamé a Natacha y le pedí que me mandase ropa. Ahí tienes el bolso. — Miro en dirección donde me señala con su dedo la bolsa con ropa.
Alucinando abro la boca horrorizada con la idea de que Natacha sepa que dormí con Eliel.

Me volteo fusilándole con los ojos. A lo que él, deja a Piero en el suelo y me dice que no debo temer nada, puesto que él mismo le dijo a Natacha lo que sucedió y se prestó voluntario para ayudarnos.
No sé si agradecerle o darle un bofetón por tener que tomar decisiones sin preguntar.
Al parecer él se lo toma como la cosa más natural del mundo. Tanto, que al pasar por mi lado me guiña un ojo ofreciéndome una sonrisa preciosa.
Irritada y alterada cierro la puerta del baño para bañar a mi hijo y después yo.

Al salir del baño ya cambiada, veo como Piero juega con Eliel, el cual ríe y disfruta tanto como Piero.
Al verme, Eliel le susurra algo en el oído a Piero. Mi hijo sale corriendo  directo hacia mí rodeándome por mí cintura me dice lo mucho que me quiere.
Me agacho para darle un cariñoso beso en su mejilla y a continuación, me coge de mi mano para llevarme hasta la mesa donde hay varios platos de comida.

— Mira mamá, hemos preparado el desayuno Eliel y yo.

— ¡Wuau! Esto es hermoso mi pequeño. — Contenta con la sorpresa, me agacho para abrazar con ternura a mi hijo.

— Ves, somos unos buenos cocineros. Nos llevamos super bien. — Eliel le guiña una ojo a Piero y ambos chocan su mano.

Los miro alucinando por lo bien que se llevan los dos. Piero, normalmente es un niño algo tímido, y verlo tan alegre jugando con Eliel hace que mi corazón se cargue de nostalgia.

Los tres empezamos a desayunar, Eliel no deja de jugar y gastar bromas conmigo, haciendo que cada vez esa cuerda invisible, la cual intento sujetar firmemente para no acercarme hasta él, hace que poco a poco vaya soltándola hasta verme caminando los tres por la suave arena de la playa hablando de nuestras vidas.
Eliel habla con nostalgia de su madre, contándome cómo tuvo que internarla en un centro psiquiátrico debido a que se volvió loca.
Su rostro es serio y sus palabras son duras cargadas de rencor cuando se refiere a su padre. El cual me confiesa que aunque llegó a conocerlo, éste nunca quiso hacerse cargo de él. Según me dice, su padre murió y nunca pudo expresarle cuanto lo odiaba por verlo por la calle y mirar hacia otro lado.
Me siento a su lado rodeándole su antebrazo apoyando mi cabeza en su hombro, necesito que sienta mi contacto y pueda transmitir la paz que yo tengo en estos momentos.
Él se voltea ligeramente dejando a muy pocos centímetros de mi boca sus labios.

La Sonrisa Que Siempre Soñaste ExisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora