Capítulo 17

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— ¿Qué estás haciendo Eliel? — Mi piel está fría y mi cuerpo tiembla después de haber discutido con mi padre.
Sus manos son fogatas adentrándose en mi piel aliviando mi dolor.
Sus gemas son más oscuras, su semblante es serio y sus labios se esconden en una fina línea de odio.

— ¿Qué clase de hombre es tú padre para golpearte? Deberías de ir a denunciarlo ahora mismo. Maldito desgraciado. — Eliel muestra preocupación y rencor. Y aún así, en mitad de ese mar de sensaciones se abre un pequeño sendero reflejando la ternura.

— Déjalo así Eliel. No tengo nada, además mi hijo está bien. Me duele más el que Piero haya presenciado todo, que mis propios golpes.

— Tú padre no es normal de verdad. Y ahora dime Keila, ¿A qué ha venido esta discusión?

Suspiro pesadamente antes de responder. — Porque según él y medio pueblo, dicen que soy tu amante. Al parecer la gente ha empezado a sacar sus conclusiones y en parte me están afectando. Yo no estoy haciendo nada malo. Pero tratándose de nuestra cultura, ¿Quién me va creer?

— Escúchame Keila. Mira, yo quizás me haya pasado tres pueblos al decir que iba a casarme contigo. No es mi intención tomar decisiones sin antes haberlas consultado contigo. Entiendo por todo lo que estás pasando, y por eso trato de ayudarte para que no te suceda lo que le pasó a mi madre.

— Pero yo no quiero volverme a casar, y mucho menos sin amor. Además, la gente seguirá hablando de mí porque soy una interesada que se casa con un hombre rico teniendo un hijo de otro hombre. Eso no está bien visto. Creo que las cosas no van a cambiar de todos modos. Haga lo que haga seguiré siendo la peor persona del mundo.

— ¿En verdad piensas así? Entonces eres menos inteligente de lo que creía.

— Te digo la verdad. Tú mismo conoces nuestra cultura.

— Tú eres más tonta que todos ellos. La cultura es una cosa y la mentalidad es otra. Y esas personas que son más viejas que Matusalén, que no tienen nada mejor que hacer salvo meterse con las personas y llenar con sus ideas absurdas a los jóvenes, deben de pensar, si les llega el cerebro a tanto, que los tiempos van cambiando.
Qué una mujer es muy valiosa y debemos de cuidarla, protegerla y amarla. No desprestigiarla, humillarla y verla como un objeto sexual y un blanco fácil para desquitar nos con ellas. Tú eres madre, has perdido a tu marido y mírate. Luchas diariamente haciendo de madre y padre, sin ayuda de nadie, sufres, ríes, y te peleas con todo por sacar a tu hijo adelante. Yo, soy hombre y te juro que no puedo hacer ni la mitad de lo que tú haces.
Seré un tiburón en los negocios, pero en mi vida personal tengo miedo de estar solo.

— Eliel tus palabras me conmueven...— Siento mi corazón achicarse y en mi pecho una oleada de calor difícil de desprenderse de él y de este maravilloso hombre que tanto me ayuda y protege. Ahora sí estoy segura de amarlo.

— Keila, ahora te vas a cambiar de vestido, te vas a retocar el maquillaje y vamos a salir juntos para gritarle a esos babosos de ahí afuera que vamos a casarnos. Acepta mi ayuda en estos momentos Keila, después si lo deseas podremos divorciarnos.
No quiero presionarte, deberías pensar en mí propuesta, y después cuando hayamos salido de este pueblo lleno de malas lenguas, hablaremos tú y yo.

Me quedo en silencio mirando a mi hijo. Él ajeno a todo lo que está sucediendo, me sonríe dejando caer su cabeza en mi regazo.
Acaricio el cabello de mi hijo pensando en la propuesta de Eliel.

Volver a casarme no entraba en mis planes puesto que ya había descartado la idea de conocer otro hombre.
Y ahora, el destino pone en mi camino a un buen hombre que trata de tapar con su sufrimiento lo que a mí me sucede.
Definitivamente no puedo casarme de nuevo. Puedo llegar amar a Eliel, pero no me siento preparada para atarme de nuevo a un hombre.
Me levanto cargando a mi hijo en brazos. Lo llevo hasta su habitación y allí me quedo junto a él.
No quiero salir al jardín y sentirme como una presa en mitad de un río lleno de tiburones.
Prefiero tumbarme al lado de la única persona que me necesita y ama.
Debo de ser consciente que tan solo serán unos meses duros, donde las críticas no dejarán de ser dirigidas hacia mí. ¿Pero qué sentido tiene seguir a un grupo de personas que no me conocen y se limitan hablar de mí cuando ellas tienen más que callar?
Solo debo ser fuerte, armarme de valor y continuar con mi vida cómo lo estoy haciendo en estos momentos.

La Sonrisa Que Siempre Soñaste ExisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora