Capítulo 18

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Había pasado cerca de dos semanas y aún no tenía noticias de Eliel.
Me gustaría poder hablar con él y expresarle lo que siento.
Ya estoy cansada de lamentarme y equivocarme cuando debería luchar por mí felicidad.
Sin embargo, siento que nada me sale bien, que todo lo que deseo obtener en esta vida se pone en mi contra, o simplemente, estoy acostumbrada a vivir en un entorno del cual me resulta muy difícil poder despegarme de él por miedo a la reacción de mi gente.

Como cada miércoles salgo para la plaza para comprar algo de verdura antes de ir a trabajar.
Hoy no me acompaña Zoa, voy sola. Y debo de reconocer que cada paso que doy más se va acercando un leve temor.
Miro de pasada a las mujeres que se encuentran desde primera hora comprando en los puestos de verduras.
Todas me miran descaradamente permitiéndose el lujo de hablar por lo bajito sin apartar sus ojos de mí.
No quiero entrar al trapo y menos seguirle la corriente a cuatro viejas que no saben hacer otra cosa que estar pendiente de la vida de otras personas.

Llego al primer puesto y guardo fila escuchando como dos vecinas hablas sin pelos en la lengua sobre mi.
Trato de contenerme evitando una discursión.
Solo puedo aguantar dos minutos, al tercero, salto respondiendo a una de mis vecinas de toda la vida.

— ¿Qué esta hablando de mí? — Grito furiosa haciendo que todas las mujeres de la plaza vengan hasta donde me encuentro para formar una fila de curiosas.

— Estamos comentando en lo que te has convertido. Si tú madre te viera se le caería la cara de vergüenza.

— No le permito que hable así de mí y mucho menos mencione a mi madre. ¿Qué soy según usted?

— Keila, para ya. Estás dando el espectáculo. — Hasta mí se acerca una de mis primas.

— Estás mujeres me están insultando y no le voy a permitir que digan cosas que no son. Soy una mujer que trabaja duro para sacar a su hijo adelante, nadie, absolutamente nadie me da una limosna para comprar la comida.

— Keila, aunque seas mi prima sentimos vergüenza ajena por tí. Todos en el pueblo saben que tienes un lío con el dueño del hotel. Piensa en tu padre todo lo que está sufriendo por tú culpa.

— Vaya prima no me esperaba ese dato tuyo. ¿Por qué dices que sientes vergüenza ajena por mí? ¿Acaso estoy haciendo algo que infrinja la ley? — Cada vez voy apreciando más furia dentro de mí. Estoy apenas dos centímetros de mi prima. No aparto mis ojos de ella, sigo pidiéndole que me diga qué es lo que estoy haciendo para que todos en este maldito pueblo me estén apuntando con el dedo hablando sobre mí sin ninguna razón.

— Tú sabes perfectamente lo que estás haciendo, acostándote con un hombre que no es tú marido y todo por ambición. No digas que no Keila, pero tener trabajo en el hotel, y estar viviendo en su misma casa, eso no se obtiene así como así. Hay algo detrás de todo eso. Y sí, te lo digo en tú cara. Eres una zorra, pena siento por tu hijo.

— No voy a permitir que hables así porque todo lo que dices es mentira. — Grito fuerte perdiendo el control. Agarro del pelo a mi prima llevándome la hasta el suelo, donde las dos comenzamos a pegarnos e intercambiamos insultos.

—Para ya Keila, parad ya o van a venir la policía. —Estoy fuera sí, alguien me ha cogido y me está arrastrando llevándome lejos del circulo que se ha formado de curiosas.

Algo más serena, miro Abdiel y Maika, los cuales me observan preguntando qué ha ocurrido. Les cuento por encima lo sucedido, no quiero entrar muchos en detalles, ya bastante he tenido en tener que pelearme con mi prima.

Maika es la primera en empezar a contarme como todos en el pueblo van diciendo que soy la amante de Eliel. Abdiel, me hace entrega de un pañuelo para limpiarme.

La Sonrisa Que Siempre Soñaste ExisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora