Capítulo 8

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No podía estar sentada dejando que los nervios me coman por dentro.
Debía de hacer algo para intentar serenarse.
Caminé hasta el fondo de la nave, donde había una puerta, abrí con cuidado y me quedé a cuadros al ver una pequeña habitación con un pequeño armario y una cama de matrimonio.
Qué esperaba encontrarme, ¿leones?

Cierro la puerta de un golpe seco, esto es demasiado.
¿Cómo he podido ser tan estúpida?
Es más que evidente, como Eliel ha preparado todo para impresionarme y hacer que caiga rendida a sus encantos.
No y no.
Por mucho que me sienta atraída por él, no permitiré que me vea cómo a una más de sus amantes.

Me vuelvo a sentar abrochándome el cinturón de seguridad, el capitán o el piloto, lo que sea, ya ha anunciado que vamos a despegar.
Eliel viene cargado con Piero encima de sus hombros.
Lo sienta y con calma y toda la ternura del mundo, le coloca el cinturón de seguridad.
Después, le hace entrega de un juguete y una vez que se asegura que Piero está sujeto bien al asiento, él toma asiento con una tranquilidad y elegancia que nunca antes habia visto en un hombre.
Sus gemas se quedan fijas en mí, su traviesa sonrisa hace que me den ganas de golpearlo.

¡Maldita sea! ¿Porqué tiene que ser tan perfecto?

-— Keila si estás cansada puedes dormir un rato. Yo nada más estemos en el aire me pondré a trabajar con el ordenador.
Si necesitas algo, toca ese botón rojo y una azafata te traerá lo que necesites.

-—No necesito la ayuda de una azafata, puedo hacer las cosas por mí misma. - La frase no la he podido pronunciar con más antipatía.

-— Bueno, como quieras. Pero la mujer está haciendo su trabajo. -— Enfrente de mí, Eliel me contempla en silencio dándome la impresión que busca algo de mí que no estoy dispuesta a ofrecerle.
Solo espero que se canse y aprenda la lección. Su truco de ir de Casanova no va conmigo.

Piero juega tranquilamente con sus juguetes, Eliel hace un buen rato se marchó para trabajar. Y yo estoy aquí sentada intentando matar el tiempo con algo.
Una mujer joven vestida de uniforme se me acerca muy sonriente.

—- Buenas tardes, soy Odelia la azafata que estará al pendiente de cual cosa necesite.

-— Hola Odelia, yo soy Keila y él es mi hijo Piero.

-— Disculpe señora, venía para avisarle que vamos a servir la comida en un rato.
¿Desea que le ayude en algo?

—- Muy amable, estamos bien, pero me gustaría llevarle la comida personalmente al señor Killer. ¿Podría quedarse mientras cuidando de mi hijo?

-—Por supuesto que sí. Sin ningún problema. -— Agradezco a Odelia que se quede unos minutos al cuidado de Piero.
Mientras, yo he decidido llevarle la bandeja de comida a Eliel. Me intriga saber que está haciendo.

Toco la puerta con mis nudillos, al escuchar su voz paso sin hacer mucho ruido.
Nada más verlo siento un nudo de nervios formarse en mi estómago.
Lo observo mientras él está distraído tecleando y mirando la pantalla del ordenador.

-— Gracias señora Údabe por traerme la comida. Puede dejarla ahí ya comeré después. -— Eliel habla distraído sin apartar sus ojos de la pantalla.
Así me da tiempo para mirarle como trabaja, se ve tan serio, tan concentrado y muy sexy para mí desgracia.

-— De acuerdo señor Killer, le dejo su comida aquí. -— Al escuchar mi voz, deja todo lo que está haciendo para levantarse con esa sonrisa que me desarma acercándose hasta donde estoy yo.

-— Vaya, no debías de haberte molestado, para eso está la azafata.

-— Quería ver cómo trabajas. No tengo nada que hacer. -— Hablo sin poder dejar de comerlo con los ojos.
Y no es paremos, con el traje chaqueta negro que lleva puesto, el cual le sienta demasiado bien para mi gusto.

La Sonrisa Que Siempre Soñaste ExisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora