Capítulo 13

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Estaba impaciente por llegar cuanto antes al hospital y poder estar junto a mi hijo.
Nada más llegar, Isaías me acompaña hasta la sala de espera.
Mientras mis hermanos se saludan y hablan de sus cosas, yo miro a través de los cristales a mi hijo.
Se me desgarra el alma de verlo en ese estado. Sin poderlo evitar lloro al pensar que su vida no volverá a ser la misma.

— Keila, ¿él es tú hijo? — A una estancia prudencial, Abdiel me pregunta mirando también por los cristales.

— Sí, es Piero,mi hijo. Ahora está tumbado en una cama sin poder caminar. Según los médicos no podrá volver a caminar si no se le ópera lo antes de posible.

— Sé de lo que hablas Keila. Yo he estado sentado en una silla de ruedas y sé lo que es. Solo te pido que me dejes ayudarte. Tú lo hiciste conmigo, ahora quiero ser yo quien ayude a tú hijo.

— La operación es muy costosa. Yo no tengo suficiente dinero para llevarlo al extranjero y pagar su operación. Me desespero de no poder hacer nada por mí pequeño.

— Déjame ayudarte. Yo me encargo de ponerte en contacto con el médico que me operó a mí. Haré todo lo que haga falta por tí y tú hijo. — Me volteo para mirar al hombre que está enfrente mío mirándome con unos ojos claros afligidos y llenos de arrepentimiento.

En ese momento llega Maika, se pone al lado de su marido rodeándole por su brazo me mira furiosa.
Me pregunto si serán celos. Pero...¿Celos de qué?

— ¿Te ocurre algo Maika? — Pregunto fijando mi vista en ella.
Ella se encoge de hombros negando con la cabeza dejando caer su cabeza en el hombro de Abdiel.
Intuyo que algo le ocurre, de momento no voy a seguir preguntándole.
Nos quedamos los tres en silencio mirando por el cristal hasta que sale una médica y me pide que vaya con ella debe hablar conmigo sobre el estado de Piero.

Nos alejamos de todos y a solas la doctora habla directamente conmigo sin andarse con rodeos, me comunica cómo está evolucionando Piero.
Desafortunadamente, Piero no volverá a caminar si no es intervenido quirúrgicamente de inmediato.
La doctora sigue hablando conmigo, intento mantenerme recta y fuerte aunque por dentro el dolor me esté enrojeciendo mi corazón.

Camino desalentada, sin apenas fuerzas llorando amargamente por la situación en la cual se encuentra mi hijo.
Mis hermanos vienen hasta mí para abrazarme, repitiéndome que todo saldrá bien.
Tomo asiento en una silla, Greta me da un café y se marcha cuando ve a Maika, la cual se sienta a mi lado hablando bajito.

— ¿A qué has regresado Keila? — En esos momentos no tengo fuerzas para adivinanzas. Quiero estar sola y le pido que se vaya.

— Aléjate de mi marido Keila por tú bien. — Sin entender lo que está ocurriendo me levanto furiosa empezando a gritarle.

— ¿Qué me estás queriendo decir? Tú, precisamente tú. Por favor, esto debe debe ser una broma. Yo me divorcié de Abdiel porque te ama a ti, no intentes de devolverme la pelota. Quédate con tú marido, porque a mí me hiciste un gran favor. Y no vuelvas más acusarme de algo que no soy.
Ah, te aconsejo de hacer memoria Maika, porque parece que ya te has olvidado de todo lo que tenía que hacer por vosotros.

Maika se marcha junto a su marido. Yo pido a mis hermanos que me dejen sola unos instantes.
Necesito pensar en la forma de poder ayudar a mi hijo.
Aunque en estos momentos tan desesperantes, no estoy segura si aceptar o no la ayuda de Abdiel.

Echo la vista atrás cuando lo vi por primera vez en mi casa con aspecto desaliñado sentado en una silla de ruedas.
Después, ya casados fui convenciendo le para que se arregle y hay fue donde pude ver su belleza escondida.
Su cuerpo desnudo era prohibición para mí.
Un deseo o una necesidad. Admito que nunca me he sentido tan atraída por un hombre como por Eliel.
Él sabe cómo encenderme volviéndome loca.
Mientras que Abdiel solo me llevaba más la curiosidad que el amor.
Piero fue quien me presentó el amor a su manera.
Y ahora aquí me encuentro debatiendo conmigo misma qué es lo que debo de hacer para que Piero pueda caminar.

La Sonrisa Que Siempre Soñaste ExisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora