Capítulo 4

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Una semana después...

Kaylee

No he podido evitar sentirme mal con el vecino. Fui una maldita grosera con él cuando solo quería ayudarme. Y, como es lógico, no me ha vuelto a dirigir la palabra cuando hemos coincidido alguna vez en el ascensor.

Además de creer lo que dije —que solo se limitaba a juzgar a la gente —, también desconfío de los hombres. Algo paradójico teniendo en cuenta que mis mejores amigos son hombres.

Sin embargo, la mayor parte del género masculino aparentan tener buenas intenciones hasta que consiguen lo que quieren.

Como Jack.

El idiota que me enamoró solo para acostarse conmigo. Y yo, como la idiota que soy, caí en su juego.

El teléfono vibra alertando una llamada de mi madre. Suelto un suspiro y descuelgo, esperando a que hable.

—¿Acaso se te olvidó que tienes una madre? —me recrimina a través de la línea.

—No, solo pensé que estabas ocupada con alguna de tus conquistas  —murmuro rodando los ojos.

Si me fui de su casa, es porque no aguantaba llegar agotada del trabajo y no poder dormir por culpa de los gemidos; o levantarme cada mañana viendo un hombre distinto. Era una situación bastante incómoda.

—Tú estás primero que todos ellos  —pronuncia —Te extraño mucho, hija.

—Yo también a ti, mamá  —digo con sinceridad  —Pero creo que deberías replantearte tu vida.

—Así estoy bien  —se defiende  —Al menos disfruto.

—Sí, ¿pero de qué te sirve?  —intento hacerla reflexionar  —No logras llenar ese vacío en tu interior con ninguno de ellos.

—Agh, no sé ni para qué te llamo —gruñe antes de colgar.

En realidad no la juzgo, sé que es duro que el amor de su vida —mi padre —la abandonase por otra mujer. Cada uno lleva el dolor de una manera. En el caso de mi madre, piensa que divirtiéndose con otros hombres conseguirá olvidarlo de una vez. Pero es mentira, tan solo se engaña a sí misma.

Aprovecho que tengo el móvil en la mano para llamar a Brandon.

—Hey  —menciono en cuanto lo coge  —¿Quieres que luego vayamos a un pub?

—Yo siempre estoy dispuesto, baby, sobre todo para unas buenas cervezas  —murmura, haciéndome reír.

—Está bien, te espero luego a la noche, cuando salga del trabajo  —es lo último que digo antes de colgar.

Bruce

Desde hace algún tiempo me cuesta conciliar el sueño, por eso me levanto inmediatamente en cuanto me percato de que están intentando abrir la puerta de mi casa.

Observo por la mirilla para saber si se trata de un ladrón, sin embargo, me llevo una sorpresa al ver que es la vecina. ¿Qué carajos está haciendo? Abro la puerta con la intención de pedirle explicaciones, ella abre mucho sus ojos al verme.

—P-perdón... me confundí de puerta  —balbucea.

—¿Has bebido?  —inquiero con el ceño fruncido. No se me ocurre otra explicación.

—Un poco...  —ríe  —Ya me voy, l-lo siento.

Gira sobre sus talones en dirección a su casa. Como era de esperar, se tambalea por el camino. Ruedo los ojos y la ayudo a entrar en casa. Ella no me rechaza, lo cual es bastante extraño.

Confirmado, está borracha.

Ya en su habitación, hago una mueca al ver la ropa por el suelo. Esta chica es un desastre. Ni siquiera ha hecho la cama. ¿Cómo es posible?

Me aseguro de que se recueste y, acto seguido, me giro con la intención de irme, pero ella me detiene.

—E-espera, quédate aquí... conmigo  —musita, y frunzo el ceño.

—Estás borracha  —le recuerdo —No sabes lo que dices.

Si estuviera sobria, ya me hubiera echado a patadas.

—Lo-lo sé, pero no me gusta dormir sola —su mirada se vuelve triste, y odio que se vea tan adorable e indefensa.

—Está bien, pero en cuanto te duermas me iré  —advierto. Ella asiente y se acerca al lado de la pared, dejándome espacio.

Por el rabillo del ojo, me percato de que está observándome con detenimiento, lo cual es un poco incómodo.

—Yo... te pido perdón por lo del otro día  —murmura, causando que me gire hacia ella. Mierda, me siento extraño al tener su rostro tan cerca —Fui una estúpida, me equivoqué contigo.

—No pasa nada, tranquila.

Admito que estaba esperando a que se disculpase, aunque fuera ebria.

La vecina no tarda en quedarse dormida, y yo, incapaz de irme por alguna razón que desconozco, al rato caigo en los brazos del dios Morfeo.

Al otro lado de la pared ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora