Capítulo 11

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Kaylee

Una semana después...

He estado más triste de lo normal, quiero creer que es por la regla y no por mi vecino. Es una sensación tan extraña, en ocasiones me irrita sus actitudes y en otras muero por que se acerque a mí como hizo aquella noche. Tardé en darme cuenta de que, a pesar de ser tan distintos, siento atracción por él. Por mi bien solo espero que sea eso y nada más. No quiero llevarme otra decepción como me pasó con Jack.

Imaginármelo acostándose con esa chica me puso de los nervios, aunque reconozco que está en todo su derecho, pues es libre y soltero.

Escucho el sonido del timbre y, suspirando, camino en pijama hacia la puerta. Debe ser Brandon, me comentó que a lo mejor se pasaba por aquí.

Entonces me congelo al descubrir el rostro del vecino tras la puerta, pero trato de disimular mi sorpresa lo mejor que puedo. Mierda, no estaba preparada para esto.

Él me observa de los pies a la cabeza y, aunque no suelo ruborizarme, lo hago. Se me olvidaba el detalle de que el pijama es demasiado corto. Acto seguido, se aclara la garganta, mirándome fijamente.

—Hola —pronuncia con voz ronca —No te he visto estos días y, bueno, digamos que estaba preocupado.

Mi corazón se salta un latido. ¿Estaba preocupado por mí?

—Hola —musito lamiendo mis labios, que de repente se han secado —Estoy bien, gracias por preocuparte.

—¿Segura? —dice con el ceño fruncido
—No te ves muy bien.

Ruedo los ojos.

—Gracias por el cumplido —respondo irónica —¿Quieres pasar o te vas a quedar ahí parado como una estatua?

Él asiente, y me aparto para que entre. Una vez dentro, me pongo la bata para no sentirme tan expuesta.

—¿Te ofrezco algo de tomar? —inquiero, él niega con la cabeza. Me cruzo de brazos, esperando a que hable.

—Pensé que te había pasado algo malo con ese chico —no me pasa desapercibida la expresión seria de su rostro —Con el que bailaste esa noche.

Sonrío internamente, agradeciendo que me viera con él como yo lo vi con esa chica.

—Lo mismo podría decirte —digo entrecerrando mis ojos hacia él —Te fuiste con esa chica a hacer quién sabe qué y no supe más de ti.

—¿Qué insinúas? —enarca una ceja, haciéndome perder la paciencia.

—Que te acostaste con ella —respondo molesta, con la esperanza de que no sea cierto.

—Sí, es verdad —asiente, y una sensación desagradable se asienta en mi estómago —Ella me valoró, no como otras.

Ahora soy yo la que alza una ceja, sorprendida. ¿Acaso es una indirecta muy directa?

—¿Qué insinúas?

—Nada —dice encogiéndose de hombros. No le creo en absoluto, sé que me oculta algo.

—Dímelo —digo poniéndome de puntillas y agarrándolo por el cuello del  jersey, tratando de intimidarlo. Mierda, soy idiota, ahora estamos muy cerca. Un ápice de diversión se instala en su mirada.

—¿Pretendes amedentrarme con esa altura? —sonríe con sus perfectos dientes blancos —Porque más bien me estás haciendo reír.

—Pretendo callarte esa maldita boca —en un impulso, rodeo su cuello con mis brazos y lo atraigo hacia mí para besarlo. Tarda en reaccionar, pero cuando lo hace, introduce su lengua con desesperación y me aprieta las nalgas para levantarme. Nos fundimos en un beso de lo más apasionado, el mejor que me han dado nunca. Ni el idiota de Jack besaba tan bien como este hombre.

Después de chocar nuestras frentes agitados, él se rehúsa a soltarme. Una mezcla de sentimientos nuevos me invaden, confundiéndome.

—Mierda, Kaylee —susurra contra mis labios —Pensé que no querías nada conmigo.

—Yo... —musito, sin saber qué decir —No sé por qué lo he hecho.

—Ambos sabemos por qué —murmura, mirándome fijamente. Desde aquí arriba puedo apreciar los bonitos ojos marrones que se ocultan bajo sus gafas.

—Bésame —suplico, muriendo por sentir sus labios de nuevo. Obedece sin pensárselo, y cuando me quiero dar cuenta él está encima de mí sobre el sofá. Inmediatamente lo detengo. Es demasiado peligroso —Para, por favor.

—¿Qué ocurre? —dice confuso, apartando un mechón de cabello de mi rostro.

—No... no estoy preparada para hacerlo
—susurro. Aparte de que tengo la regla, desde que tuve mi primera vez con Jack, hace dos años, no he estado con nadie más, y admito que me da un poco de miedo volver a entregarme a alguien.

—Tranquila, no tengo prisa —deposita un tierno beso en mi nariz, y agradezco que sea tan comprensivo —¿Quieres ver una película?

Asiento, más relajada.

Al otro lado de la pared ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora