Capítulo 6

13.1K 1.1K 100
                                    

Kaylee

Hoy tuve un día bastante ajetreado, y ni siquiera pude comer. Tengo un humor de los mil demonios. Para colmo tuve que atender al vecino, quien, para mi sorpresa, no estaba solo.

¿Sería su novia?

De cualquier forma, no me importa.

Los rayos de sol se reflejan en mi rostro a medida que camino hacia el departamento, y deseo llegar cuanto antes para darme una buena ducha de agua fría y dormir como un oso.

Cuando llego al portal, me quiero dar un tiro en la cabeza. ¿Por qué tengo que encontrarme con el vecino de nuevo? ¿Es que no lo he soportado bastante hoy, señor?

No tengo ganas de saludar, así que me detengo a su lado a esperar el ascensor. Seré grosera, pero así soy.

—Lo que nos recomendaste estuvo delicioso —pronuncia este —Gracias.

—Me alegro —respondo sin mirarlo —Tu novia parece más agradable que tú.

—No es mi novia —dice con el ceño fruncido. No sé por qué, pero eso me alivia; quiero decir, ese sujeto no merece tener novia —Es una buena amiga.

De repente siento un fuerte mareo, y toco mi frente. Mierda, ahora no.

—Oye, ¿estás bien? —escucho su voz, pero a los pocos segundos todo se vuelve negro.

🔸️🔸️🔸️

Frunzo el ceño cuando me despierto en una habitación que obviamente no es la mía. Lo último que recuerdo fue que me encontraba en el ascensor con el vecino, y de un momento a otro me mareé. Me levanto rápidamente de la cama y camino hacia lo que creo que es la sala.

—¿Te sientes mejor? —pregunta cuando me ve, y asiento.

—Sí, debió ser porque apenas comí en todo el día —contesto cogiendo mi bolso —Gracias por ayudarme, adiós.

—Espera, ¿quieres pasta? —inquiere, provocando que pare en seco.

Mis tripas rugen como un león, así que acepto.

—Sí, gracias.

—Puedes sentarte, ahora te sirvo —dice amablemente, y no puedo evitar sentirme mal con él. Siempre es educado conmigo, al contrario que yo. No me lo merezco.

Cuando pruebo los spaguettis, gimo por lo buenos que están, y los engullo como si estuviera muerta de hambre. Aunque, en realidad, sí lo estoy.

—¿Te gustan?

Asiento, limpiándome con una servilleta.

—Sí, te quedaron muy buenos —él esboza una pequeña sonrisa.

—Oye y... ¿desde cuándo trabajas en ese restaurante? —supongo que intenta sacarme tema de conversación.

—Desde que me fui de casa, hace relativamente poco —contesto —Antes trabajaba en otro, pero quebró y terminaron despidiéndonos a todos.

—Vaya, así que... ¿no estudias?

Niego con la cabeza.

—Me gustaría, pero tengo que trabajar para cubrir tantos gastos —admito antes de seguir comiendo —¿Qué estudias tú?

—Fisioterapia —dice, y alzo las cejas. No me lo esperaba para nada —¿Qué te gustaría estudiar a ti?—pregunta curioso.

—Veterinaria —respondo sin dudar.

—Si algún día tienes la oportunidad de estudiar algo que te apasiona, que espero que sí, no dudes en hacerlo.

—Yo... —no sé qué decir —Ojalá algún día.

Entonces me sonríe, y tengo que reconocer que se ve muy atractivo. Demasiado para mi bien.

Como no me gusta abusar, decido marcharme. Además tengo que limpiar la casa y ducharme.

—Bueno, ya me voy —digo recogiendo el plato, pero él me detiene.

—No te preocupes, ya lo llevo yo —pronuncia dirigiéndose a la cocina.

Cuando vuelve, intento ser más amable con él.

—Muchas gracias, y lamento haber sido tan grosera contigo —me disculpo —Espero que a partir de ahora nos llevemos mejor.

—Claro que sí, cuenta con eso.

—Bueno... adiós, vecino.

—Adiós, vecina.

Al otro lado de la pared ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora