capítulo 2

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Josh se definía a sí mismo como un chico raro, solitario y lleno de problemas. Lo sabía porque mientras los demás en la sala de diálisis veían televisión, hablaban, leían un libro o se perdían en Twitter, el terminaba el crucigrama que había estado haciendo antes de que el chico de la ventana lo interrumpiera. 

Josh tenía una rutina simple, y le gustaba seguirla al pie de la letra. 

Se levantaba a las cinco, siempre sorprendido de que su corazón rechazado hubiese sobrevivido una noche más. Tomaba sus medicinas para intentar que su estúpido cuerpo dejara de atacar al órgano que lo mantenía con vida, comía un desayuno ligero, hacía un crucigrama y luego volvía a dormir hasta que su madre lo despertaba para almorzar. Luego de esto subía a su habitación y miraba a través de la ventana al chico que lloraba queriendo consolarlo, pero su Asperger no se lo permitía. Luego de mirar suficiente tiempo su madre iba a buscarlo a su habitación e iban a sus citas diarias. Cuando no era la diálisis era el psicólogo, cuando no era el psicólogo era el cardiólogo, cuando no era el cardiólogo eran clases de piano con la señora Hudson, a las cuales asistía junto con Payton, su único amigo.

Lo único que le gustaba de todas sus actividades era ésta última: la música... 

Tiempo atrás el psicólogo les había dicho a sus padres que el estaba deprimido. Primero intentaron con grupos de apoyo, pero solo lo deprimieron más. Luego intentaron otras cosas, pero no funcionaron. Las clases de piano eran las únicas que parecían hacerle sentir un poquito no tan deprimido. Finalmente llegaba a casa y, luego de cenar, recibir su dosis diaria de insulina y tomar más medicinas -entre ellas una pastilla para dormir- Josh se quedaba profundamente dormido hasta el día siguiente. A veces, cuándo Josh no podía dormir ni con ayuda de las medicinas, pintaba durante la noche, pero esto se salía de su rutina, lo cual lo hacía abandonarlo casi de inmediato. 

Pero ese día, por primera vez, Josh no se sintió mal al dejar su rutina. 

Se suponía que Josh debía ver al chico, no hablar con el -"En realidad, nos hemos escrito" Se interrumpió-, pero cuándo lo hizo se sintió tan bien que podría haberse salido de la rutina durante todo el día todos los días. 

Esto jamás había sucedido con la señora Marta, su antigua vecina. La anciana señora solo lo saludaba de vez en cuando, pero jamás hablaban. Y eso estaba bien. 

Una voz interrumpió los pensamientos de Josh. 

XX: ¡Buenas tardes, Richards! -Lo saludó una voz que conocía bastante bien. 

Josh: Payton Moormeier, acabas de interrumpir mi crucigrama. 

Payton: Lo siento. Solo quería hacerte compañía. Puedo irme si quieres... 

Josh sacudió la cabeza casi de inmediato. Le encantaban los crucigramas, pero su madre sobreprotectora solo le permitía ver a Payton durante las diálisis y cuándo asistían a clases de piano, y en estas últimas hablar era imposible con la estricta señora Hudson como profesora. 

Josh: Quédate... Por favor. 

Payton: Sabía que me necesitarías, Richards. 

Josh sonrió y luego hizo espacio para que Payton se sentara a su lado. En cuanto lo hizo, ambos se quedaron en silencio, escuchando el sonido de la máquina de diálisis. Entonces Josh rodeo a Payton por la cintura con su brazo libre y apoyo su cabeza en su hombro. 

Era un abrazo.  Algo torpe, pero lo era.

Payton respondió al abrazo de inmediato. 

Eran pocas las veces en las que Josh daba un abrazo espontaneo. Su psicóloga decía que era a causa del Asperger, pero Payton creía que en realidad la personalidad de Josh era así. ¿Por qué echarle la culpa de todo a tu padecimiento? ¿Por qué no puedes ser tu mismo a pesar de todo? 

𝐄𝐋 𝐂𝐇𝐈𝐂𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐍𝐓𝐀𝐍𝐀 - 𝗝𝗮𝗻𝘁𝗵𝗼𝗻𝘆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora