Han pasado 5 años desde que los gemelos Pines se fueron felices con una gran despedida, volvieron por la escuela en California pero algo salió mal.
Después de 5 años, sin ver aquellos ojos marrones y ver perder el brillo de ese cabello chocolate, es...
Una vez que la castaña se despidió de los niños y rechazó invitaciones a cenar por parte de los mayores, se dio un descanso en el sofá.
Miro la hora y cada vez se hacía más corta la espera.
— ¡Mabel!— exclamó Tad al verla, la castaña al instante se levantó y lo abrazó— ¿Todo bien?
— ¿Debería estarlo? Digo, ¿es necesario que todo esté bien? ¿Todo debe estar bien? Nada es perfecto— balbuceaba, Tad intuía que algo andaba mal.
— Mabel, hay algo que te tiene ansiosa. Cuéntame— Mabel suspiro pero negó.
— nada de qué preocuparse Tad, sabes que suelo filosofar en momentos inoportunos— ambos rieron, Tad no estaba tan seguro de lo que decía pero si su amiga le había dicho eso es porque no quería decirlo y respetaba su decisión.
— los estilistas llegan en media hora, ¿por qué no vas dándote una ducha?— sugirió, Mabel sonrió y asintió dándole un último abrazo al pelirrojo y subió a bañarse.
Ya en la bañera, se hundió en sus pensamientos y viéndolo de manera racional estaba siendo una completa tonta. ¡Iba a casarse! Con el hombre que ama y no muchas personas consiguen eso, es afortunada, pero no podía verlo por estar pensando demasiado. Se maldijo.
— una vez que los estilistas lleguen, no habrá marcha atrás— ¿Por qué eso le provocaba tristeza? Ama a Bill, lo ama demasiado y si algo les hiciera separarse seguramente acabaría con toda la cordura que tenía, Mabel no dependía de Bill, su felicidad no dependía de Bill, Bill solo era una parte importante en su vida no la fuente de ella.
Golpes en la puerta la distrajeron.
— ¡Mabel, los estilistas ya llegaron!— aviso Dipper.
— ¡Que pasen!— grito del otro lado de la yerra y salió rápido cubriendo su cuerpo con una bata. Al salir vio a sus mejores amigas— que buen grupo de estilistas.
— ¡Lo sabemos!— respondieron al unísono, las cuatro saltaron de la emoción y prosiguieron con la transformación.
— ¿Cómo te sientes querida?— pregunto Candy, Mabel fingió una sonrisa.
— ¡Nerviosa!— las cuatro rieron— es normal, ya me lo han dicho, pero no puedo evitarlo.
— claro que no puedes Mabs, pero mientras no huyas del altar está bien— bromearon en lo último.
— ¿Cuándo Marius te propondrá matrimonio?— pregunto Mabel a Grenda con insistencia.
— no me veo llevando una corona de princesa, Mabs— confesó sinceramente— no me gusta el título de princesa.
— pero si te lo dijese— ánimo Pacífica.
— ¡Le diría que sí! Amo a Marius y que nos casemos no cambiará eso aunque tenga que soportar un estúpido titulo y periodistas entrometidos— Mabel se quedó pensando en las palabras de su amiga.
— ¡Hora del vestido!— exclamó Pacífica, Candy y Grenda fueron por el y ayudaron a la castaña con el gran vestido.
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