33. La Frenética Melodía.

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ISLAS DE KATREVA

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ISLAS DE KATREVA

Katreva había sido de las últimas castas en unirse al Imperio, y en realidad era tan nueva que lo había hecho después de la independencia

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Katreva había sido de las últimas castas en unirse al Imperio, y en realidad era tan nueva que lo había hecho después de la independencia. Pertenecía a uno de los hermanos menores y el siguiente en la línea de sucesión del vark Calden Heletrar, no había sido más que un premio consuelo para un teniente que lo había dado todo por su ejército y que sus soldados tenían en más estima de la que deberían.

El olor a pescado fresco se mezclaba con la sal del mar, por suerte el aire denso y frío que llegaba desde el océano impedía que fragancias desagradables se concentrasen por mucho tiempo.

No podía hacerme una imagen del lugar, pero por las descripciones que hacían podía verlo como uno de esos pueblos llenos de piratas, donde traficaban todo lo que habían recaudado de forma ilícita en sus viajes y las cantinas permanecían abiertas todos los días.

Pero sabía que eso no era más que la imagen que me había hecho del lugar cuando solo era un crío.

El barón no se había acercado luego del altercado con Blak, pero había sido lo bastante irreverente como para mandar a sus escoltas a vigilarnos en el viaje al puerto.

No había mucho que encontrar en un pueblo tan hermético y aislado del resto pero Keira había comprado un buen arco, Arsel consiguió una funda para su espada y Blak encontró un lugar donde podía andar sin provocar pánico en los presentes.

Si lo conocía un poco, podía suponer que estaba decepcionado de que la gente no le abriera un camino a su paso.

Tal como había mencionado, ni Sek ni Berek se despegaron ni un momento de nosotros.

Lo más importante y, en donde perdimos más tiempo, fue la visita al Templo de Aella para rezar por nuestro padre. El lugar era una vieja edificación que (si podía guiarme por mi ejemplar de Castas del Imperio y sus territorios) “parecía ser solo un pedazo de piedra que se había alzado más que las otras, donde el mar rompía contra sus muros como si lo reclamara como suyo y el musgo trepaba hasta la ventana de la única torre”.

La melodía que calma a las bestias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora