75. El Beso de la Muerte.

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En el pueblo había pocos eventos que juntaran tal aglomeración de gente como una ejecución, más aún si se trataba de la ejecución de un noble por un crimen que parecía no haber encontrado culpables en cientos de años

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En el pueblo había pocos eventos que juntaran tal aglomeración de gente como una ejecución, más aún si se trataba de la ejecución de un noble por un crimen que parecía no haber encontrado culpables en cientos de años.

No desde la persecución al culto de Rella y los Raguen.

Exhalé.

Dejé escapar mi aliento para verlo congelarse en el aire, el frío de la daga mordió mi piel al sostenerlo, en la empuñadura estaba tallada la cabeza de un lobo de plata.

Ellos habían adorado a los lobos por siglos, pero al tener uno enfrente lo estaban condenando a morir ejecutado. No temblé.

Mantuve los ojos en los de Kaiser, de soslayo vi a Cabrazar, escuchaba las plegarias del Karsten a Rella, encomendando el alma de Kaiser a la diosa. Pasé la mirada sobre los presentes en la Plaza del Agua, donde esperaban la ejecución de su barón.

Respiré el aire helado de la noche una vez más.

No tenía idea de lo que le habían hecho, pero no se veía bien. Estaba desnudo de la cintura para arriba y la sangre que corría por su espalda señalaba que ya había tenido su sesión de azotes y castigo. El pelo de Kaiser creció tanto como para convertirse en una maraña de rizos ébano.

Evité mirarlo, pero cuando lo hice, por un respiro, sus ojos captaron los míos como a una presa.

──Jamás quise ver lo que eras, Keira. ──Su voz sonaba áspera──. Y tú te empeñaste en mostrármelo una y otra vez.

El dolor abrió mi piel para clavarse justo en mi pecho, para cortarme con la delicadeza de un artesano.

Rehuí su mirada, vestida del blanco de la muerte, a punto de ser su verdugo. Cabrazar no se conformaría con la muerte de su enemigo, quería ver a Kaiser ejecutado por una mano conocida.

La melodía que calma a las bestias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora