Kalena es vendida al oscuro líder del ejército, en medio de una guerra que podría acabar con todo.
***
Kalena es una fórea, es decir, su vida fue entregada al dios Fóres. Ella pertenece a una antigua casta de brujos conocidos popularmente como Los O...
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Ardían.
Mis ojos ardían mientras intentaba dilucidar mi entorno, mis párpados caían con pesadez, pero me obligué a abrirlos. Todavía envuelta en una bruma de aturdimiento, hice todo por reconocer el lugar donde me encontraba, mi cabeza me respondió con fuertes puntadas, clavándose una detrás de la otra.
Al intentar mover las manos, fui consciente del frío de los grilletes mordiendo mi piel.
──¿Qué es esto? ──Ni siquiera podía reconocer el eco distante de mi voz.
──Tranquila, querida, estás a salvo.
Taer estaba de pie frente a mí, con su usual sonrisa cálida, su trenza ceniza cayendo por su espalda, vestía una saya de algodón, y un poncho de lana gris sujeto por un broche con el emblema de los lobos de Katreva. Había algo en la forma en que brillaban sus ojos húmedos que ponía a sonar todas las alarmas.
Su actitud, sumada al perturbador hecho de que me tenía encadenada en mi habitación, no me transmitían demasiada tranquilidad. Traté de no pensar en la utilidad que solían darle a esa silla.
──Taer. ──Ni siquiera pude ocultar la consternación en mi voz.
──No temas, Keira, estarás bien, todos estaremos bien.
──Libérame de esto. Ahora.
Al verla acercarse, no pude evitar retraer mi cuerpo, la incomodidad retorciendo el aire en mis pulmones. ¿Qué había sucedido con ella?
Por su parte, Taer mantenía su rostro tan sereno como inquietante.
──¿Qué me diste?
Agradecí cuando se alejó, para soltar un largo suspiro de resignación.
──Eres una jovencita testaruda, como lo era la dama de Katreva, algunas historias se repiten, ¿sabías?
Una vez mis sentidos comenzaron a despertar, dejando atrás la sorpresa inicial, la rabia empezó a retorcerse en mi interior, en busca de una salida. Tiré de mis manos hasta que el metal oxidado se clavó, rasgando mi piel. Exhalé el dolor, luchando por contener la impotencia de saberme atrapada.