47. Pecados de Guerra.

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Bien podría haber vuelto de la muerte, pero la llegada del joven Vaetro no parecía haber sido sorpresa para nadie

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Bien podría haber vuelto de la muerte, pero la llegada del joven Vaetro no parecía haber sido sorpresa para nadie.

Esa misma noche, la señora Gaella ya había organizado una cena de gala para exhibirlo como si fuera una reliquia familiar.

Los festejos se llevaron a cabo en la Sala Rubí, como no podía ser de otra forma, el lugar era una habitación cuadrada y tan enorme como para que el cielo raso se perdiera en la altura.

Pero en el suelo los pisos de cerámica eran de un color escarlata moteado con blanco, reflejando la luz de las velas de forma casi mágica.

Las enormes ventanas estaban divididas en dos secciones, una hilera a la altura de los presentes y otras tan altas que ni tres hombres en escalera lograrían alcanzarla.

Aun así, dejaban entrar el halo de luz pálida de la tarde.

En el segundo nivel, las galerías se dividían en arcos para sostenerse por columnas en el piso inferior.

Killian Vaetro iba acompañado de la señora de Ketrán y Fennella Tarrigan, haciendo su camino por la habitación, su pelo negro y espeso contra el azul eléctrico de su jubón. Mientras él le sonreía a los presentes, sus ojos dorados miraban al vacío.

──Pobre tipo, debe estar arrepintiéndose de su visita ──mencionó Ciro, a mi lado.

Desde la galería teníamos una vista panorámica y perfecta de toda la sala. Le di una mirada rápida, esa noche había elegido una chaqueta roja, del color de Escar, de un carmín que resaltaba el gris de sus ojos.

──¿Qué vas a hacer ahora? ──pregunté, intentando divisar a Alister en la multitud──. Ahora que Vaetro volvió, él es el barón de Kanver.

──¿Y cómo llevaría adelante un territorio?

Gaella hablaba con una pareja mientras la joven Tarrigan parecía comentarle algo a Killian en confidencia.

La melodía que calma a las bestias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora