Spyro llegó al lago con Sparx volando a su lado. Ambos notaron a una majestuosa dragona descansando cerca de la orilla. Su piel era de un blanco puro que brillaba a la luz del sol, y su vientre dorado parecía relucir, muy similar al de Spyro. Su presencia era imponente pero serena, y ver a esa dragona ahí, durmiendo tranquilamente, hizo que Spyro sintiera un nudo en el estómago.
"Ahí está, hermano, ¡vamos! No tienes que esperar más", le animó Sparx, dándole un suave empujón en el aire. Pero Spyro se detuvo de golpe, sintiendo cómo la timidez lo invadía de repente.
"No sé qué decirle", murmuró, observando a la dragona con un nudo en la garganta. Aunque la deseaba conocer, la idea de enfrentarla, de hablar con ella después de tanto tiempo, lo abrumaba. Se acercó con cautela, sin querer despertarla.
Mientras sus patas rozaban suavemente el suelo, se detuvo a mitad de camino y miró a Sparx, buscando algún tipo de apoyo. Para su sorpresa, su hermano ya se había escondido detrás de un arbusto cercano, observando la escena con una mezcla de expectación y travesura.
Pero antes de que pudiera decidir qué hacer, sintió algo cálido que envolvía su pequeño cuerpo: unas alas suaves, maternales. Al girarse, su corazón dio un vuelco. La dragona estaba despierta, y su rostro irradiaba una mezcla de amabilidad y profunda alegría al verlo. Sus ojos dorados brillaban con una calidez que llenó a Spyro de una familiaridad reconfortante.
"Spyro..." su voz era suave, casi un susurro. "Me alegra verte... mi hijo".
Esas palabras fueron todo lo que Spyro necesitó. El nudo en su garganta se deshizo en lágrimas que no pudo contener. Se lanzó hacia ella, abrazando a su madre con fuerza, enterrando su cabeza en su pecho, mientras el llanto brotaba libremente. Sentía su cálido aliento y el suave latido de su corazón.
Sybilla lo rodeó con sus alas, devolviéndole el abrazo, y bajó la cabeza para rozar suavemente su mejilla con la de él. "Lo lamento tanto, mi pequeño", susurró, mientras Spyro lloraba. "Nunca dejé de pensar en ti, en cómo estarías. Te he extrañado tanto... pero sabía, siempre supe, que algún día volverías a mí".
El corazón de Spyro se llenó de amor y consuelo. Nunca había conocido a su madre, pero ahora, en ese instante, todo ese vacío que había sentido se desvaneció. "Yo también te extrañé, mamá", dijo entre sollozos. "Te he buscado... todo este tiempo".
Sybilla acarició suavemente la cabeza de Spyro con su hocico. "Has crecido tanto... Eres fuerte, noble, y todo lo que siempre supe que serías", le dijo con un amor incondicional en su voz. "Estoy tan orgullosa de ti".
Spyro cerró los ojos, sintiendo el calor de su madre, y en ese abrazo, todas las preocupaciones, todo el dolor del pasado, parecieron desaparecer. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió completo.
Tras unos segundos en los cálidos brazos de su madre, Spyro, aún sintiendo el consuelo del abrazo, se dio cuenta de algo que lo inquietó. Se apartó ligeramente, lo suficiente para poder mirarla a los ojos.
"Mamá... ¿cómo es que sabías mi nombre?", preguntó, con una mezcla de curiosidad y sorpresa en su voz. "Mi nombre me lo dieron los padres que me criaron, las libélulas".
Sybilla lo miró con una sonrisa suave, sin perder ese brillo afectuoso en sus ojos. "Ah, lo sabía... sabía que te preguntarías eso tarde o temprano". Hizo una pausa, como si estuviera organizando sus pensamientos, y luego añadió: "Dime, Spyro, cuando conociste a Flame, ¿no notaste nada especial en él?"
Spyro frunció el ceño, desconcertado por la pregunta. Pensó por un momento y luego respondió: "Bueno, es un tipo agradable... pero muy comprometido con el deber. Siempre está preocupado por hacer lo correcto".
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La Leyenda de Spyro, El Legado del Guardián
FanficFinalmente hay paz en el mundo de Spyro: la tierra de los dragones. Sin embargo, aún queda mucho por reconstruir. Cuando un humano viaja a este mundo convirtiéndose en dragón, se hará un nuevo amigo para Spyro y Cynder en su búsqueda por reunir un n...