Capítulo 20: Ardiente como el sol

371 18 6
                                    

Mientras volábamos siguiendo a Spyro, mis pensamientos seguían en conflicto: saltar a la grieta dimensional y regresar a casa, abandonando a mis amigos y dejándoles toda la responsabilidad, o quedarme aquí, ayudarlos y renunciar a mi única oportunidad de volver a mi mundo. Según lo que Ignitus me había mostrado, yo estaría frente al portal, listo para regresar... ¿o acaso no? ¿Podía cambiar el destino?

"Jhonny, ¿te sientes bien?" preguntó Edel. La miré: era tan hermosa que la idea de dejarla a ella y a mis nuevos amigos me desgarraba por dentro.

"Estoy bien," le respondí. "Solo estaba pensando en algunas cosas."

"¿Te refieres a tu oportunidad de regresar a tu mundo? No te preocupes, hazlo," me dijo con una voz tranquila.

"¡¿Qué?!"

Ray y Thorr se habían acercado. "Edel tiene razón," dijo Ray. "Tienes un hogar y lo extrañas, ¿no es así?"

"Pero..."

"No te preocupes por nosotros," intervino Spyro, con una mirada decidida. "Salvaremos a Cynder y podrás regresar."

"Pues, no se hable más," añadió Sparx, con su característico tono despreocupado. "Aunque debo admitir que me lo pasé genial contigo. Fuiste como un segundo Spyro... hasta que una chica llegó y te robó la diversión."

"¡Oye!" protestó Edel, sonrojándose levemente.

"¡Chicos!" gritó Flame de repente. "¡Miren!"

Todos nos giramos para ver mejor. A unos metros de distancia, entre luces azules, púrpuras y blancas, había un agujero negro opaco, que parecía ser un portal.

"Ahí está," dijo Spyro. "Sparx, por favor, regresa al templo y diles a los Guardianes dónde está Cynder."

"¿¡Yo!? ¿Por qué siempre me toca a mí?" refunfuñó Sparx. "Está bien, iré, no me lo expliques." Y rápidamente se dirigió al templo.

"Lo hiciste para mantenerlo fuera de peligro, ¿verdad?" le pregunté.

"Sí," respondió Spyro, "esta batalla puede ser muy peligrosa. Vamos."

Volamos hacia el portal y, al cruzarlo, parpadeé. De nuevo me encontré en ese extraño espacio exterior de un azul oscuro, donde pedazos de roca flotaban a nuestro alrededor, obligándonos a esquivarlos mientras avanzábamos. También había planetas gigantes e irreconocibles.

"¡Guaaaau!" exclamó Ray, impresionado.

No lo culpábamos por sorprenderse. Delante de nosotros, una gran criatura resplandeciente se movía con gracia, aunque su apariencia era grotesca. Parecía una medusa gigante, con una cabeza blanca y translúcida, cuerpo morado y tentáculos aterradores. Y no era la única; había varias de ellas, aunque por suerte no eran suficientes para impedirnos el paso. Navegábamos entre ellas como peces entre tiburones.

Además, a lo lejos se podían ver islas flotantes, hechas del mismo material que las rocas. Cada una tenía un altar en su centro y un haz de luz ascendiendo al cielo. Teníamos que mantener los ojos bien abiertos para encontrar a Cynder.

"¿Alguien la ve?" preguntó Spyro.

"No, ni rastro de los simios tampoco," respondió Flame.

"¿Dónde estarán?" se preguntó Thorr, con el ceño fruncido.

"Me huele a trampa," dijo Edel con desconfianza.

"¿¡Trampa!?" se asustó Ember.

"Mantengamos los ojos bien abiertos," sugirió Ray.

De repente, un sonido perturbó el silencio. Para los demás era algo nuevo, pero para mí era extrañamente familiar... como si...

"¿¡Un auto?!" exclamé.

La Leyenda de Spyro, El Legado del GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora