ᴘʀᴏ́ʟᴏɢᴏ

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El destino era la excusa de la gente para decir: así morí o por eso viví. Y a veces era el motor para seguir”.




Según una persona, cuyo nombre nunca fue mencionado, porque era demasiado humilde para decirlo. Dijo, que todo genio cargaba con su propio peso. Que todo genio debía crecer antes de lo previsto y como tal, que todo genio tendría una vida llena de la más grande infelicidad.

Parecía una locura. Una suposición absurda, porque era imposible que las personas que más halagos se llevaban, la pasarán tan mal. Según su propia experiencia, estos jamás mencionaban sus tragedias, las sembraban en silencio, con cautela. Algunos con una mirada juguetona y otros con una mirada seria.

Entonces, se llegó a la conclusión de que los genios pasaban su vida en la miseria, tanto como aquellos que nunca fueron dotados de ese don, y  se les llamaba idiotas.

Aunque la tormentosa vida de esos idiotas, era mucho menos estudiada, más entendible, comprensible y empática. Porque tenían energía de sobra y trataban, de alguna forma posible. Incluir a todos. Tal vez porque su propia soledad, en la miseria de no destacar les había hecho entender que cosas no querían que otros pasarán.

Sin embargo había una diferencia. Los idiotas a menudo escribían su propio destino y los genios, seguían aquel que alguien más les escribió.

Aquí comienza la historia, de un niño que quería morir para ser libre y un niño que quería morir con honor siendo un héroe.


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