VEINTISÉIS

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A las once-once invoqué su nombre,

eran las once-trece cuando terminé de pensar,

once-quince y sigo esperando

que a las once-veinte no se apague el reloj.

A medianoche se cerró la puerta,

en diez segundos murió un extraño

y cuando vi la hora

ya había salido el sol.

De un peso y para llevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora