CATORCE

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Sus besos son como la luna llena de diciembre,

claros, limpios.


Iluminadores.


Sus caricias son como las dunas del Sahara,

se extienden por la planicie,

-mi cuerpo-,

calientes bajo un sol que se asemeja a una bombilla.


Mi nombre en sus labios

es el más dulce veneno con el que moriría

una vez y dos más sólo por escucharlo.


Sus ojos me desnudan,

me visten,

me desdibujan y vuelven a trazar.


Su aliento en mi cuello

es el respiro a la vida que no huyo,

al tiempo que se detiene

y corre cuando respondo.


Su cuerpo unido al mío

es la supernova que implosiona,

que se mece en el fuego

y nos hace efervescentes,

efímeros.

De un peso y para llevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora