Sus besos son como la luna llena de diciembre,
claros, limpios.
Iluminadores.
Sus caricias son como las dunas del Sahara,
se extienden por la planicie,
-mi cuerpo-,
calientes bajo un sol que se asemeja a una bombilla.
Mi nombre en sus labios
es el más dulce veneno con el que moriría
una vez y dos más sólo por escucharlo.
Sus ojos me desnudan,
me visten,
me desdibujan y vuelven a trazar.
Su aliento en mi cuello
es el respiro a la vida que no huyo,
al tiempo que se detiene
y corre cuando respondo.
Su cuerpo unido al mío
es la supernova que implosiona,
que se mece en el fuego
y nos hace efervescentes,
efímeros.
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De un peso y para llevar
PoezjaColección de poemas inéditos de diversa índole. Escritos en mi depresión durante la transición a mi nula madurez.