VEINTICINCO

6 0 0
                                    

Con el tiempo

envejecen las esperanzas

y para soñar

no hace falta cerrar los ojos.


Yo quería aprender a volar

pero las alas

se me quemaron bajo la lluvia

y de las cenizas no brotó ni una pluma.

Se arrugó mi alma

y comenzó a fallarme la sangre,

me traicionaron los ojos

llenándose de recuerdos de bosques oscuros.


Me quedé estancada,

viendo al mundo seguir

porque nunca se detiene por nada,

por nadie.


Morí en el suelo envuelta en seda,

y la sombra que quedó

se erigió como un edificio tan alto,

tan fuerte,

que no se pudo sostener.

De un peso y para llevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora