The Witcher: Lanza una moneda a tus brujos

Dime algo II

II

Geralt, Regis y Cahir habían llegado al palacio de Beauclair hacia tan solo cinco días. No habían podido saber nada del paradero de Ciri con los druidas, pero algo efectivo había sacado el brujo de un elfo antiguo con quien había entablado conversación y al parecer le había contado sobre un gen élfico muy poderoso en la sangre de Ciri de la que se quería apoderar todo el mundo. Ojazos había escuchado, pero con desinterés. Estaba cansada que todo diera vueltas alrededor de aquella niñata.

La cocina, muy temprano y en cada mañana, era el sitio de reunión de aquel grupo, donde el cocinero mayor les tenía estima, ya que siempre encontraban comida deliciosa para que pudieran comenzar el día con energía.

Aquel día había huevos revueltos, sopa de salchichas, berenjena cocida, paté de conejo y una gran variedad de ensaladas. Todos se encontraban comiendo y en silencio. Cahir sentía que su cabeza estaba embotada, había algo que quería hacerle recordar quién era aquella hechicera morena, pero simplemente no lo lograba. Jaskier tenía especial cuidado con lo que comía o bebía, puesto que Ojazos le había advertido sobre la pócima afrodisíaca, Geralt sentía una curiosidad difícil de explicar con Fringilla, que lo tenía yendo y viniendo por el condado con contratos contra monstruos y visitas furtivas a la alcoba de la hechicera y Regis y Essi Daven, no hacían más que sospechar sobre todos.

El vampiro se encontraba untando paté de conejo en un panecillo recién horneado que el jefe de la cocina les había dejado, mientras relamía la cucharilla. Cahir bebía un jugo de uvas recién cosechadas del jardín del palacio. Ojazos estaba al lado de Jaskier, cabizbaja. El poeta estaba al lado de Geralt, molestándolo con conversaciones.

- ¿Y qué haremos, entonces, Geralt? – Jaskier lo golpeó con su hombro para que le prestara atención, el brujo solo miró su berenjena cocida y la llevó a la boca, hambriento.

- Yo sigo insistiendo que nos pongamos en marcha. – insistió, una vez más, Essi. Como ya venía haciendo desde que Geralt había vuelto con el resto del grupo.

- Es impresionante la nevada que cayó solo anoche, Ojazos. – dijo el brujo, mientras continuaba comiendo. – No podríamos avanzar a sitio seguro.

- ¿Y qué es lo que vas a cazar hoy, Geralt? – preguntó Jaskier, insistente en alguna conversación con él.

- Las descripciones son ambiguas, así que no podría darte certezas, Jaskier. Pero no estás invitado.

- Ni quería ir. Tranquilo. – respondió el poeta. – Solo serviría para gritar cuando quisieran dañarme. – bromeó, el brujo rio a su lado.

- ¿Y cómo van las cosas con aquella baronesa que no se te sale de encima, Cahir? – preguntó Ojazos, el soldado sonrió.

- Bien, bien. No puedo quejarme. – respondió y el que rio también, fue el vampiro.

- ¿Y a ti, Geralt? – lo miró Regis. - ¿Cómo te va con Fringilla?

- ¿Lo crees seguro? – intervino Jaskier.

- Ha estado con Yennefer... que es mucho más peligrosa. – dijo Ojazos. – Con esa Fringilla podrá.

- Las hechiceras, no son mis favoritas... - afirmó el poeta.

- Y sin embargo... - Geralt lo miró, levantando una ceja, pues Ciri era la mayor hechicera sobre el Continente.

- Sí, sí... Lo sé. Pero ella es una excepción ¿Cuándo saldremos de aquí, Geralt? – quiso saber Jaskier, también.

- No lo sé. Pero debo retirarme. Me espera mi monstruo y un brujo nunca llega tarde en lo referente a asuntos laborales. – Geralt tomó una servilleta, se limpió los labios y salió de aquel sitio.