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Christine miró la vista —el palacio es fantástico ¿no? —

Everett se sentó aún lado, recargando su rostro en las palmas de sus manos —ah, si —dijo cansado —es hermoso—

—¿que se sentirá vivir ahí? —preguntó Stephen al aire. Christine tenía dos manzanas en sus manos. —tener sirvientes, miles—

—Y todos diciéndote como debes vestir y a donde ir—dijo sin ánimo.

Stephen le quito la manzana que su amiga iba a comer —es mejor que esto, siempre robando la comida y huyendo de los guardias —

—¡no se puede tomar ningún desicion! —afirmó Everett muy metido en sus propios problemas.

—aveces te sientes tan... —Strange también se perdió en su propio mundo.

—estas tan... —dijo Everett.

—atrapado—dijeron juntos.

Ambos se miraron sorprendidos pero contentos. Christine iba a morder la otra manzana pero Stephen se la arrebato, pasándosela a Ross.

— Y... ¿De dónde eres? —le preguntó.

Everett tomó la manzana e hizo círculos en su superficie con su dedo —¿que importa? Escape de ahí ¡y no pienso volver! —aseguró.

Strange iba a moder ma manzana Pero Christine se la arrebato y la devoró sin pensar.

—¿enserio, porque? —Strange ignoro a su amiga y se sentó alado de Everett.

—quieren obligarme a casarme—dijo tristemente. Christine había terminado su manzana miraba la de Everett, la fruta descansaba entre sus manos siendo ignorada.

—eso es... Horrible—dijo Strange.
Christine paso corriendo y le arrebato la manzana a Ross —¡Christine! —grito Stephen.

Christine hablaba con la boca llena y nada se le entendía.

—¿que? —le preguntó Everett.

—ella dice... —a Stephen se le ocurrió una idea —que eso está mal—

—¿eso dijo? —Everett levantó una ceja.

—si, eso piensa—dijo Stephen. Christine miró confundida a su amigo.

—Y ¿que más piensa Christine? —preguntó Everett, cada vez más cerca uno del otro.

—bueno, que... Quisiera hacer algo para ayudarte un poco —dijo Stephen, aun más cerca de Ross, mirándolo fijamente a los ojos.

—pero yo no he dicho nada—murmuró Christine.

—dile que es muy... Tierno —Everett cerró sus ojos lentamente, dejándose llevar por la tensión entre ambos, por esa conexión que pensó sólo el sentía, pero al parecer no era así.

A unos pocos centímetros entre ellos la voz gruesa de un soldado los hizo separarse.

—¡Ahi esta! —grito un soldado.

—¡vienen por mi! —dijeron juntos, levantándose en un brinco —¡¿vienen por ti?! —se regresaron a ver.

Los guardias se acercaban cada vez más.

—el sultán debió enviarlos—murmuró Everett, mientras Strange pensaba en un plan rapidamente.

Stephen se paro en el filo del gran agujero, miró al vacío y luego a Everett —¿confías en mi? —

—¿que? — Everett se giro a verlo.

Stephen le extendió la mano—¿confías en mi? —dijo serio.

AladdinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora