No había ni una sola alma en las calles. Monteblanco estaba totalmente desierto. Las tiendas estaban cerradas y el mercadillo estaba abandonado. No importaba cuanto me desplazara, todo parecía una ciudad fantasma. Alejandro no mentía cuando dijo que habían abandonado el pueblo.
Regresé a la fábrica nuevamente, pero, ya no habia tal fabrica, solo un montón de escombros. No iba a mentir, me sentí bien aquel día cuando lo hice. Era como si una parte de mi dolor se marchitara. Monteblanco fue lo mejor para mí y por eso no queria que acabara de esta forma, por eso habia vuelto.
Giré mi cabeza hacia el centro donde tenía que infiltrarme en la resistencia de las mujeres. Pero solo no podía hacerlo. Necesitaba ayuda, y la única ayuda que disponía era la gente que se habia quedado. La resistencia de los hombres. Puse en marcha la moto y llegué allí, aparcando la moto alejada de la resistencia. Me acerqué y vi a dos hombres vigilando la entrada –En verdad estaban jugando a las cartas–, no le di muchas vueltas y me acerqué a ellos. Al notar mi presencia, levantaron sus miradas hacia mí y me preguntaron que quería. Les dije lo suficiente como para llevarme frente a quien era su líder: «Yo soy el crio que mató al cura».
Los soldados intercambiaron miradas y me apresaron rápidamente. Yo no opuse resistencia, solo queria entrar:
- ¿Por qué un renegado como tu ha decidido revelarse ahora? –Me preguntó uno de ellos.
- Porque puedo ser vuestra única esperanza de detener esa bomba rosita –Dije mirándolos seriamente. Ellos se rieron al creer que estaba de broma. No lo estaba.
Ellos no sabían que hacer conmigo, así que me llevaron a las celdas. Allí me encerraron durante un tiempo, pudriéndome. En la sala no estaba solo; en las otras celdas estaban mujeres que habían sido maltratadas con tal de que les contaran el secreto de su fórmula para crear un contra efecto. Todas ellas no habían dicho ni mu. Al cabo de un rato, unos soldados –Dos en específico–, vinieron y ofrecieron recursos a las más necesitadas. Yo les seguí con la mirada. Uno se percató de mí y se paró frente a la puerta de barrotes que me mantenía dentro y luego, siguió a lo suyo.
«Cuando te ponga las manos encima te enterarás», dirigí la mirada hacia una mujer que me miraba con despreció. La ignoré. «Cuando salga de aquí me encargaré de matarte», otra mujer me lanzaba amenazas, «Pagarás tú y los tuyos», de verdad eran un dolor de cabeza, no pensaban con claridad, parecía que estaban cegados por la rabia.
Se hizo de noche. Traté de conciliar el sueño, pero era una noche fría. Una chica, un poco más mayor que yo, temblaba en la celda de al lado. La miré, no temblaba por una pesadilla sino por el ambiente fresco. Me quité la chaqueta y extendí mi brazo por la reja, logrando taparla. Ella dejó de temblar. Y luego, me dormí.
Tuve una pesadilla... Sujetaba una pistola. Al frente tenía a Lara y sin remordimientos, le disparé. Me manché de su sangre viendo como su vida se le escapaba con su último suspiro. Me acerqué a ella antes de que esta me cogiera del tobillo y me despertara al instante. Ya era de día, se podían apreciar los primeros rayos de sol en las ventanas. Apoyé mi cabeza en la pared, respirando profundamente. Puse mi mano sobre mi pecho, tenía el corazón latiendo con mucha rapidez, pero me calmé. Sin esperarme nada, me lanzaron mi chaqueta. Me volteé hacia la chica al lado de mi celda:
- Gracias... –Dijo volteándose después de lanzarme la chaqueta.
- De nada.
Horas más tarde, dos hombres armados me abrieron la puerta y me pusieron una bolsa negra en la cabeza. Me obligaron a caminar entre empujones y patadas. El camino era largo y oía los susurros de las personas. Una vez oí una gran puerta abrirse, me obligaron a sentarme y me quitaron la bolsa.
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Igualdad por desigual
Science Fiction[Rehecho] Si vienes aquí creyendo que esto es un libro sobre la igualdad de genero, entonces vete. Porque aunque este sea un tipo de libro con el que se deba tener cuidado, yo he procurado que tenga ese equilibrio con su propio mensaje. *** Te despi...