Capítulo 14

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Miré mi reloj que marcaba las 13:09h.

No quedaba mucho para que finalmente el cohete se lanzara. Estaba saqueando un bar para comer una última vez: Una buena hamburguesa y unas patatas fritas... Hacía mucho que no comía algo así y lo organicé como algo especial. Como la última cena. Le puse un mantel a una de las mesas, los cubiertos, la servilleta y la copa con un refresco. Me puse el plato en la mesa y me senté frente a él. No me lo pensé dos veces para devorarlo con hambre. Hacía tiempo que no comía una hamburguesa tan deliciosa y mucho menos hecho por mí mismo.

Miré mi reloj que marcaba las 13:36h.

Recogí el plato y lo dejé todo en su sitio nuevamente. Eso me tomó diez minutos y ya eran las 13:45h.

Tenía miedo. No iba a mentir en una ocasión como esta. Mi corazón palpitaba con rapidez al no saber cuándo iba a ser lanzado el cohete. Cerré mis ojos pensando en que todo iba a estar bien –Aunque no lo estuviera–. Mis 17 años habían sido cortos pero intensos, llenos de buenos y malos momentos. Me arrepentía de muchas cosas: De culparme por la muerte de mi hermana, por pelearme con todos, ir a esa maldita excursión o haber matado a mi amiga. Nunca tuve que haberla parado...

Como sea, salí del restaurante que había asaltado y me fui a por la moto, reluciente como siempre y resistente, ante todo.

Me dirigí a las cenizas de la fábrica una vez más y con mi mano, cogí un puñado de esas cenizas. El aire me golpeó en la cara y entonces abrí mi mano, dejando volar mi pasado. Una lagrima cayó por mi mejilla. Me pasé los dos dedos, limpiándome esa lagrima y cerrando mis ojos con fuerza, llorando aún más por lo que estaba por venir. Podía huir ahora, pero, era mi elección quedarme y así iba a hacerlo.

Al abrir mis ojos, me encontré de frente con... Mi hermana. Esta seguía teniendo la misma edad en la que la perdí. Me la quedé mirando sin saber que era aquello.

- Hola tete... –Me dijo con su voz.

No sabía cómo sentirme. Me dejé caer y me quedé mirándola. Pero comprendí que ella no era mi hermana, solo un recuerdo:

- Te sientes perdido, ¿No? –Preguntó estirando su mano–. ¡Ven conmigo a un lugar seguro!

- No... –Le dije rechazándola. Ella bajó su brazo y me miró con tristeza–. Voy a tener los pies en la tierra para cuando el cohete explote. Quiero esto, porque no quiero seguir viviendo en un mundo como este. Quiero ir contigo peque... A un lugar tranquilo.

- Puede ser un lugar tranquilo... Pero no quiero que vengas. Aun no –Me dijo–. ¡Corre! ¡Corre tan lejos como puedas!

- Esta vez no voy a huir –Dije subiendo a la moto y poniéndola en marcha.

Ella –O eso–, no era mi hermana, tan solo un producto de mi imaginación intentando salvar mi propio pellejo, haciéndome recapacitar, pero mis pensamientos eran claros, no quería huir a pesar de los inconvenientes. La imagen de mi hermana se desvaneció dejándome solo nuevamente en ese pueblo fantasma. Mientras un bando celebraba una victoria, el otro creaba un contra efecto. Sentí pena por ellos al saber que cuando el cohete caiga, sus ilusiones se desvanecerían y no quedara más que un simple cráter. Me aseguré de que eso pasara.

Miré mi reloj que marcaba las 13:59h y fui a un último lugar antes de despedirme de este mundo. A pedirle perdón.

Sin hacer caso del consejo que me dio aquella chica, volví a pisar el cementerio. Estaba abierto, pero no había nadie en él. Fue un golpe de suerte el no tener que colarme por los muros. Caminé hacia la tumba de mí amiga, sin flores, sin regalo, solo mis palabras. Me paré frente la tumba de Alya White (2 de mayo de 2003 – 8 de marzo de 2032). Aún seguía sin superar aquello, aunque pareciese que lo hice hace meses.

Igualdad por desigualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora