Capítulo XII

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Mi padre ha enfermado. Así, forma tan repentina que ni siquiera lo hemos podido asimilar. Supongo que era cuestión de tiempo para que el efecto del estrés comenzara a hacer de las suyas. Su súbita enfermedad apareció de la nada, sin que hubiera señales previas de su posterior decadencia.
La única muestra de su achaque ocurrió en una cena luego de un acostumbrado día ajetreado. Gillian nos narraba una hilarante historia de su infancia, demasiado perfecta para nuestros oídos, provocando las carcajadas de los presentes. Era una cena más animada de lo usual y en fondo agradecí poder despejar un poco mi mente. Mis ojos se desviaban hacia los rojos labios de la princesa y se perdían entre los rizos color fuego que tanto me atraían. Ciertamente había comenzado a verla de una manera diferente y eso me inquietaba, obligándome a ocultar el visible bochorno que me agitaba violentamente.
Percibí a papá retraído, la mirada perdida y extremidades temblorosas. Entonces sucedió: un carraspeo impetuoso seguido de gotas rojas esparcidas en el blanco mantel. Nos quedamos en silencio, atónitos y expectantes. Su expresión se ensombreció y se desvaneció en el suelo. La servidumbre se apresuró a levantarlo y mamá corrió a ayudar. Yo me quedé pensando, esto no tenía sentido: papá nunca se enfermaba.

***

—¿Alguna novedad?—pregunto posando suavemente una mano sobre el hombro de mi madre.

Niega lentamente dedicándome una mirada triste. Luego del incidente ha pasado los días en vela, vigilando la fiebre de papá. Allí, a los pies de su cama, contemplar la penosa escena me hace recordar uno de los carros clásicos de Romeo y Julieta.Mamá ama a papá a pesar de su carácter muchas veces inaguantable.

—La fiebre no disminuye—solloza—la noche anterior logré que se sintiera mejor pero la tos seca no lo deja dormir.

—¿Tiene muchas pesadillas?

—Son constantes...está sufriendo,Abella—murmura y escucharla pronunciando mi nombre me estremece de pies a cabeza.

—¿Qué ha dicho el doctor?—me cruzo de brazos  mordiéndome el labio.

Ella suspira y se levanta despacio. Es increíble lo menuda y pequeña que es,ni siquiera me llega a la altura de los hombros y en este estado,sólo deseo abrazarla hasta que desaparezcan sus penas.

—Aún no halla respuesta a esto.Héctor siempre ha sido un hombre sano,apenas recuerdo un par de ocasiones en las que tuvo una gripe leve...—hace una pausa—Esto es diferente. He descubierto unas pequeñas llagas en todo su cuerpo...con pus amarillo...algo realmente horrendo.

Reprimió una mueca de asco.

—Todo esto es muy raro mamá.

—Lo sé.Gracias a Dios nadie más a enfermado.

Adopto una pose pensativa.

—Deberías tener más cuidado—ladeo la cabeza—Deberíamos...No sabemos si esto es contagioso...

—Vincent,hace veintidós años juré lealtad a tu padre,tanto en las buenas como en las malas. Si mi destino es morir junto a él entonces será.

Decido no acotar más nada.Pocas veces mamá habla tan decididamente y cuando lo hace es porque no queda más remedio.Está convencida de su amor hacia mi padre y eso me llena de orgullo por alguna razón que desconozco.

—Estuve pensando en algo.¿sabes?

—¿En...?

Le hago una seña para que se acerque un poco más a mi. Desvío un poco la mirada sobre mi hombro para cerciorarme que estamos solos.

—Mi padre me estuvo comentando acerca de una situación inquietante...Tenemos sospechas de posibles infiltrados en Palacio.

—¡Oh,dios!— lanza un grito ahogado—¿Puede ser eso posible?

A Tomboy PrincessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora