4

1.2K 137 199
                                    

Buenas! Primero que nada, muchísimas gracias por leer y acompañarme en esta aventura (?) Ya en este capitulo verán que la cosa puede complicarse todavía MÁS XD

Cualquier cosita nos leemos en los comentarios!

-----------------------------------------------------

-------------------------------


Tooru Oikawa estornudó por tercera vez en la mañana.

Fastidiado ya al pensar que el cambio de temperatura que se suscitaba en San Juan entre la noche y el día lo estaba afectando para mal, se levantó finalmente de la cama para arrastrarse casi literalmente hacia el baño en busca de papel. En el viaje, oyó la voz de su compañero de departamento quien parecía estar peleando con alguien por teléfono.

Ya esa hora.

Abrió el grifo del agua caliente de la ducha para que el agua se calentara al punto de ebullición que a él le gustaba; como un zombie, se dirigió a la cocina en zigzag, dando tropezones y con papel en mano.

— ¿Ya peleando?

— La compañía de teléfono, me tiene harto. Hijos de puta, me están cobrando por un servicio que nunca pedí.

Oikawa apoyó la espalda contra la pared mientras olfateaba el aroma al café recién hecho. Su compañero de departamento, Rodrigo Fernández, oriundo de Buenos Aires pero rematador titular del Club Atlético San Juan, junto a él , se paseaba dando vueltas entre la cocina y el pequeño living desordenado que tenían, teléfono en mano, cuenta del teléfono en la otra.

—No, esperá...me puso en espera. Otra vez, la puta madre.

— Estarán ocupados.— soltó Oikawa mientras aprovechaba el tiempo que esperaba mientras el agua se calentara en el baño y servía dos tazas de café humeante.— ¿Hace frío, no?

— Qué van a estar ocupados y qué va a hacer frío, para el mediodía ya están anunciando más de 30 grados. Gracias.

— De nada. Yo tengo frío. Y me duele el tobillo.

— Eso es por la lesión, y porque te estás poniendo viejo. ¡Cerrá la canilla, mirá cómo se empaña todo, pelotudo!

— ¿No era boludo?

— Es lo mismo. Ah, ahí me atendieron. Salí de acá.

Oikawa fue hacia el baño con la taza en la mano, fingiendo una cojera que no tenía y riendo por la cantidad de insultos que podía recibir en menos de 5 minutos. Se limitó a abrir un poco más el grifo del agua fría porque su compañero tenía razón: el espejo y los azulejos estaban todos empañados, la neblina de vapor saliendo del baño bloqueando su visión y haciendo más difícil su tarea.

Hacía una semana había realizado un mal movimiento durante un partido oficial en San Juan y había sufrido una lesión en el tobillo que era más inflamatoria que otra cosa, ni siquiera había llegado a ser un esguince. O eso le habían dicho en una primera instancia, todavía tenía que hacer un nuevo control esa misma mañana. Aún así, se despertaba todas las mañanas desde ese día con una extraña sensación de rigidez en la articulación y, pese a que no decía demasiado para no alertar al resto del equipo, le había estado costando realizar el entrenamiento liviano que le habían encomendado los preparadores físicos. Chasqueó la lengua, frustrado. No iba a poder jugar en el próximo encuentro de ahí a dos semanas, de eso estaba seguro.

Volvió a la cocina y terminó de tomar el resto de café que le quedaba en la taza, quemándole la garganta; vio por el rabillo del ojo que Rodrigo había salido al balcón del departamento y que realizaba aspavientos con la mano que sostenía la cuenta del teléfono mientras elevaba cada vez más la voz.

Chacal NegroWhere stories live. Discover now