¡Buenas! Aquí estamos las que hemos sobrevivido hasta el capítulo pasado xD
Ya, fuera de broma...piensen un poco en Hinata. Sé que está un poco tonto y todo eso, pero en la vida real, una situación así puede darse. Se le mezcló la nostalgia y se confundió, pero ya estaríamos. Basta de confusiones.
Amo al fin poder poner esto :,) :
Advertencia: El siguiente capítulo contiene lemon EXPLICITO. Si no te agrada, ve al final del capitulo para saber qué pasó (?)
Ahora sí, a leer!
---------------------------------------------------
---------------------------------
Por cuarta vez en 10 minutos, Hinata Shouyo se había asomado por el balcón de su departamento y había escudriñado la acera en busca de algún vehículo rojo que hubiese aparcado en aquella cuadra. Si bien Atsumu le había dicho que iría a su departamento a eso de las 18 horas, la ansiedad no lo había dejado dormir demasiado bien y las horas del sábado habían pasado con una lentitud tan tortuosa que incluso parecía una broma.
Luego de repetir el acto mecánico y comprobar que allí no se divisaba ningún reflejo escarlata, Hinata volvió a ingresar al departamento. Otra vez, se dirigió hacia la cocina y abrió la puerta de la nevera. Se quedó allí de pie por un lapso de al menos un minuto observando el contenido de la misma, recibiendo la brisa congelada del interior del electrodoméstico sin saber realmente por qué había ido allí. Luego de varios segundos de intentar enfocar su mente en blanco parpadeó varias veces, retiró la botella de agua y se sirvió el quinto vaso en la última media hora.
Y ya tenía la vejiga a punto de estallar.
¿Por qué demonios se ponía tan nervioso? Porque en el fondo sabía que aquella conversación no iba a ser agradable, pero si inevitable. Le había dado tantas vueltas al asunto luego de recibir la contestación a su mensaje el día anterior que incluso le había encontrado aristas nuevas y nefastas al problema, todo derivado de su tiempo libre y la ansiedad jugándole una mala pasada. ¿Y si Kageyama ya le había contado algo?¿Y si Atsumu en realidad ya lo sabía todo y sólo estaba esperando aquello para dejarlo del todo? Aquello había sucedido todo por su culpa, estaba claro.
En primer lugar, tendría que haber dejado de tontear con Atsumu hacía demasiado tiempo y tendría que haber decidido comenzar una relación seria y estable con el armador en vez de estar dando vueltas como un adolescente, como si aún estuviesen en la preparatoria. En segundo lugar, y pese a que el alcohol había jugado un papel fundamental en la cuestión, nunca tendría que haber cedido al impulso idiota de experimentar si, en efecto, había logrado superar aquellos encuentros fortuitos y sin explicación alguna con Kageyama de su época de estudiante.
Y ahora estaba así, sintiéndose nervioso y culpable. Sakusa y Oikawa tenían razón, aquello los estaba afectando a todos, y sólo porque él había dejado correr el tiempo. Habían transcurrido los días, las semanas, y no había hablado con Atsumu ni con Kageyama. ¿Qué había estado esperando, que el problema se resolviera sólo, que Kageyama desapareciera de las faz de la tierra y él pudiese enterrar lo que había sucedido en lo más profundo de su mente como si nada de aquello hubiese sucedido? No podía, se conocía. De haberlo intentado, en algún momento todo el asunto hubiese explotado, de una u otra manera.
Hinata no estaba acostumbrado a ocultar cosas, mucho menos a mentir. No le salía, sencillamente no iba a poder mantener aquella postura mucho tiempo. Y también estaba lo que Oikawa le había repetido varias veces, incluso la noche anterior: las mentiras tenían patas cortas. Atsumu tarde o temprano iba a enterarse de aquello. Hinata creía conocerlo bien y quizás aquello no hubiese representado el mar de problemas que en su mente se dibujaba ante semejante panorama, pero aún así, aunque Atsumu lo hubiese perdonado y aquello fuese sepultado, Hinata hubiese convivido con la maldita culpa.
YOU ARE READING
Chacal Negro
RomanceLos chacales podían parecer criaturas inofensivas, incluso en algunos aspectos amigables y sociables. Sin embargo, los demás no podían olvidar que aún seguían siendo depredadores y que, orillados a hacerlo, podían volverse peligrosos si veían amenaz...