20

6.9K 786 778
                                    

Wooyoung no fue al hospital al día siguiente. Él tampoco golpeó la puerta de su casa el miércoles.

No entendía qué había pasado con su novio, pero solo podía pensar en él, estando tirado en su cama, abrazando a Shiber como si fuera el profesor.

Llevaba horas viendo las cuatro paredes de su habitación. Cansado, aburrido, destruido por dentro y -ya no tanto- por fuera. Quería levantarse de ahí y correr hasta la casa de Wooyoung, aunque le llevase horas. Quería esconderse de todo y todos en sus brazos. San quería muchas cosas, y ninguna de esas era posible.

Solo podía llegar a una conclusión no muy agradable: se había cansado de él. Se aburrió de sus debilidades y defectos que otra persona jamás podría aceptar, ¿cómo llegó a creer que él sí?

Veía la hora en su celular sin una pizca de paciencia, también la última conexión de Wooyoung; lunes, antes de llegar a su casa a salvarlo. Lo llamó, no respondió. Solo se preguntaba qué sucedía. Estaba asustado otra vez. A plena luz del día, con plenas blancas nubes, con la plena presencia de su madre en la primera planta, él estaba asustado.

Respirar la soledad en aquella habitación se estaba convirtiendo en un infierno. Pese a estar cansado, no pudo dormir ni un segundo. Tenía miedo de estar solo otra vez, miedo de ver a Seonghwa y que vuelva a lastimarlo, a recordarle lo desagradable, horrible, y gordo que era.

Cerraba sus ojos, recordando a la perfección las caricias de Wooyoung, como si pudiera sentirlo en el momento. Lágrimas se deslizaban al pensar en la posibilidad de que él no vuelva a quererlo. Cómo se arrepentía de no haberlo besado más ese lunes, esa última vez que pudo contemplar su hermosura y apreciar su amabilidad. Sí, era un exagerado; apenas llevaba dos días sin verlo, sin embargo, para él eran semanas. Su cuerpo y alma pedían a gritos a Wooyoung, sus mimos y palabras tiernas. Nada de eso podía permitirse.

Cuando se oyeron los pasos de alguien acercándose, dejó de lado todos esos pensamientos que lo arrastraban por el suelo y herían su piel, e intentó sentarse en la cama para esperar. Era lo máximo que podía hacer.

Su madre apareció tras la puerta con tres pequeñas jaleas.

-San, ¿tienes hambre?

-No -estaba sorprendido de su voz ronca, sin usar por horas.

-Pues de todas formas comerás esto -se acercó y las dejó sobre las sábanas, en su regazo-. ¿Cómo te estás sintiendo?

Como la mierda. Quiero a Wooyoung aquí.

-Bien -una sonrisa forzada se asomó por su boca-. Creo que ya estoy mejorando.

Fue observado por unos segundos antes de ver a su madre sentarse en la orilla de su cama.

-Come eso -insistió, apuntando los envases pequeños-. Por lo menos dos, San. Por favor.

Eso le recordó tanto a Wooyoung. Él solía pedirle que comiera un poco más, que se cuidara un poco más, que se quisiera un poco más. ¿Acaso él se cansó al ver que era en vano?

San juraba que su cabeza se partiría a la mitad de tanto pensar. Quieto en su cama, pero volando de un lado a otro por los rincones de su mente, donde nuevas dudas saltaban, detalles que dejó pasar aquel lunes infernal.

Desconocía por completo el paradero de Seonghwa durante el fin de semana. Él no estuvo en su propia casa, ni con Hongjoong, ni Jongho, ni ningún otro amigo, ¿o sí? En ellos pudo ver auténtica preocupación, o tal vez solo sabían actuar y mentir.

-San...

¿Hongjoong mintió sobre la desaparición? Él se veía en realidad un buen tipo. Pese a haber ayudado a Seonghwa antes para conseguir información, quería pensar que, muy en el fondo, no era como él.

mist ─ woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora