- Conflictos Ansestrales -

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Mientras los dos jóvenes se retiraban a su destino, en la maleza de la zona, se encontraba un sujeto vestido de una capa oscura. En sus brazos estaban dibujados tatuajes extraños, de colores oscuros y de carmesí, observaba en silencio aquél suceso. Una leve sonrisa se formó en su rostro, se notaba en cualquier caso que no era de buenas intenciones, dió media vuelta y camino a la oscuridad del lugar.

El sonido de la gente iba fundiéndose con el silencio de la naturaleza, los animales iban dejando de aparecer y el pasto iba convirtiéndose en rocas sólidas y secas. Ya los árboles estaban siendo secos y sin vida, pareciera que había pasado de inmediato a un estado de muerte y sin color. El hombre al llegar a un punto lleno de rocas, se colocó en el suelo y comenzó a dibujar símbolos en él con un pequeño trozo de carbón, mientras lo hacía comenzaba a susurrar en náhuatl en voz baja. Cuando acabo de dibujar, tomó una pequeña daga que tenía en su cintura y lo pasó lentamente por su muñeca derecha, la sangre brotaba sin control, aún en aquél misterioso resital inundaba el ambiente, dejó caer unas cuantas gotas en el centro de aquellos símbolos.

Un espeso humo gris comenzó a emerger del centro en dónde las gotas llegaron al suelo, poco a poco tomó forma de una silueta femenina. Piel pálida, cabello negro y largo que pasaba de la cintura, sus labios de un rojo carmesí profundo adornaban su rostro. Su vestido era largo y blanco con detalles oscuros, de su cuello colgaban pequeños cráneos de algún animal de tamaño menor. Sus manos y brazos estaban adornados con tatuajes de color negro, daban una imagen algo terrorífica. El hombre sonrió y se inclino ante aquella mujer, está solo le respondió con una pequeña carcajada.

- Xibalba, mi señora de las tinieblas y de la muerte. - habló el hombre- es un gran honor hablar con usted de nuevo.

- ¿Tú me has llamado? ¿Porqué un mortal me ha invocado tan de pronto?

-Mi señora, mis ancestros me educaron y me hicieron creyente de usted, teníamos como deber informarle de algo muy urgente.

- Mmm.- la mujer tomó un pequeño mechón de su cabello y comenzó a cepillarlo con sus dedos- me alaga que aún de tantos siglos me sigan teniendo fe. Eso me hace sentir poderosa ante todos los dioses.

- Mi señora, no quiero interrumpirle pero... Quetzalcoatl ha regresado.- cuando escuchó ese nombre, Xibalba sonrió con gran malicia y sin más dejo salir sus carcajadas malignas que resonaban por el lugar.

-No creí que los cobardes regresaban de nuevo...pero lo más seguro ya descubrió que sus creyentes lo han dejado en el olvido.

- Y no solo eso mi señora...el tlaixnamik también está entre los vivos.- la diosa dejo de reír cuando termino de oír a su sirviente. Aun así eran dos gratas noticias que le estaban dando después de tanto tiempo.

- Vaya, vaya...ahora más que nunca todo está a mi favor...creo que mandaré a mis más fieles mensajeros a darle una gran bienvenida.

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- Woow, esto es maravilloso Kubo.- dijo el azabache quien caminaba al rededor de algunas pequeñas ruinas cerca del templo del sol. Todo en el pequeño transcurso no dejaba de mirar cada detalle, su hermano ahora nunca lo había visto de esa forma. Lo hacía sentir más cómodo en este viaje.

-Y no has visto lo mejor.- el otro menor hizo una seña para que le siguieran el paso. Cuándo pasaron el templo del Sol, Kubo se detuvo y les mostró el templo más grande de la zona: el de la serpiente emplumada. Los hermanos Hamada abrieron sus ojos de golpe al ver tan inmenso lugar, parecía que los años no lo habían deteriorado por completo. Las cabezas de serpientes en cada sección del templo estaban resaltando impecables, bueno no todas corrieron con esa perfecta suerte.   La gente no dejaba de admirarla, era la que más tenía visitas alrededor, Hiro no dejaba de mirarle con detenimiento, algo dentro de él le pedía ir de inmediato.

Axolotl Donde viven las historias. Descúbrelo ahora