- Memorias -

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La charla se había convertido en una situación más cómoda. La familia Hamada se había percatado del acompañante del menor, hablaban perdidos en su tema, sin embargo, era la primera vez que Hiro estaba interesado en relacionarse con chicos de su edad. Ambos mayores decidieron dejarlo un tiempo más sentándose en otra mesa, ni el asiático se había dado cuenta de su Tía y hermano, pero el estar frente de Miguel le hacía sentir con calma.

-Dime Hiro, ¿Te ha gustado México?...

-Si, me interese mucho en los dioses prehispánicos. - sonrió- nunca imaginé lo importante que fueron en estas tierras....aunque me duele que ya no crean en ellos.

-¿Porqué ...lo dices?- el moreno cambio su expresión sonriente en preocupación.

-Bueno, en mi familia que es descendientes de Japón, siguen creyendo en seres mitologícos de la región. Además no cambia con el pasar de los años, pero aquí permanecen pero lo ignoran muchos...¡un ofender claro!

- No ofendes a nadie, también me lo había percatado de un tiempo...me hace sentir culpable de ello.- el asiático miró a su acompañante quién se le miraba que no tardaría en llorar. Tomó uno de los panqueques de mantequilla y lo extendió frente de él. No sabía porque el joven decía ese tipo de cosas, todo esto se debía a la diversificación de culturas en el mundo, pero lo que más odiaba el menor, era ver a una persona triste.

-Mi tía siempre dice que para esos amargas palabras...

-Lo dulce lo compensa...

-¿Cómo supiste que era eso?

-Ahhh, bueno es que también se usa aquí- río nerviosamente, el azabache solo lo observó con curiosidad. El joven dios tomó con delicadeza aquel panque que le estaban entregando, sus dedos rozaron la piel del otro como una caricia de una pluma. Hiro sintió una sensación eléctrica recorrer por todo su cuerpo, era como intentar recordar aquél tacto.

-¿Pasa algo?- preguntó curioso Miguel.

- ¿No haz sentido alguna vez...que tú cabeza intenta... recordar ciertas cosas insistentemente.?...

-¿Recuerdas algo?...- sus ojos se iluminaron con la esperanza de poder liberar las memorias del asiático. Sin embargo, el mayor de los Hamada hizo un leve ruido para interrumpir su plática.

-Hiro lamento parar esto...pero Tía Cass quiere seguir con su intinerario. ¿Nos presentarás a tu nuevo amigo?

- A sí...Miguel él es mi hermano mayor Tadashi, Tadashi el es Miguel. Esta aquí con su hermano para terminar unos negocios de sus padres.

-¡Es un gusto!- sonrió mostrando de nuevo su oyuelo en su mejilla. El mayor respondió de igual forma, también sintió una gran calidez en aquel gesto.- Bueno, tengo que retirarme, mi hermano me debe de estar buscando.

-Espera, pásame tu número telefónico...¿Te parece si en algún momento salimos y me termines enseñar México?

-Claro..solo que...- sacó de su bolsillo su teléfono móvil, no sabía cómo decirle que no recordaba el número o peor aún no sabía cómo hacerlo. Ambos Hamada se quedaron algo confundidos, pero no pensaban fuera de lo normal que al moreno se le haya acabado la batería de su móvil.

-Oh bueno... entonces...- Hiro comenzó va buscar en su bolsillo un bolígrafo. Tomó una servilleta de papel y anotó su número para dárselo, Miguel solo lo miró sorprendido. Con algo de timidez tomó aquella servilleta, sus yemas de sus dedos apenas lograron tocarse. Un extraño choque eléctrico recorrió por el cuerpo del azabache, miró directamente a aquellos ojos cafés que lo estaba escarbando para descubrir su alma. De nuevo esa familiaridad lo llenó, sabía que había visto esa mirada en alguna parte, cómo si no debía olvidarlo nunca.

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