- Quetzalcoalt....no....- hablaba en sueños el joven asiático. El moreno lo miraba sorprendido secando sus mejillas, aún no estaba perdido, esa voz, esa necesidad de llamarle, era una clara señal para solucionar todas sus penas. Miguel se acercó con tanta ternura, mientras pasaba su mano por la pálida mejilla del azabache.-Estoy aquí...¿Puedes oírme?...- tomó su mano con fuerza y esté comenzó a fruncir su ceño. De nuevo aquellas pesadillas empezaban a inundar la mente de Hiro, pero está vez eran más largos y lleno de más significados que podían confundir a una persona normal. Esta vez el asiático se encontraba de nuevo frente aquél mural pero en este ya no estaba aquella inmensa serpiente, escuchó de nuevo una voz que le llamaba, al girar una inmensa luz apenas dejaba ver una silueta que le extendía su mano.
Se sentía en tranquilidad, no había ese temor que había visto en aquellas imágenes, sin embargo cuándo extendió de igual manera para aceptar aquella invitación, unos extraños brazos oscuros lo tomaban de todo su cuerpo. Lo estaban alejando poco a poco de aquella paz, la desesperación abundaba de nuevo y gritaba por ayuda, pero era en vano, ¿A dónde lo llevarían? Estaba de nuevo hundiéndose en la oscuridad, pero lograba percatarse de una voz de una mujer, no entendía nada de lo que decía pero le hacía tener más terror, como si supiera que es lo que vendría. De nuevo aquel sonido de serpiente le hizo reaccionar ante todo, una luz iba acercándose hacía él mientras tomaba forma de aquella mítica serpiente emplumada. Quién en segundos su cuerpo escamoso enrollaba cada parte de sí, aquellos brazos fueron soltando al aquél ser, pero cuando quiso mirar la cabeza de la bestia está había tomado la forma de un humano, su mano por inercia se levantó para tomarle su mejilla, pero de inmediato saltó de golpe sentándose en mitad de la cama de la habitación. Sus respiraciones estaban en busca de aire puro, miró a su alrededor y no había nadie junto a él, sin embargo sintió algo fuera de sí, en su pecho colgaba aquel collar.
-Ya regresamos Hiro...- se escuchó la puerta abrir dejando ver a su hermano mayor y a su tía quien venía con unos cuantos folletos en su mano.- Vaya parece que tuviste un sueño algo revoltoso.
-No estaba dormido.
-Si claro bebé. Y yo nací ayer.
- No peleen chicos, estamos para divertirnos. Además ...- bostezo Tía Cass si estirando un poco su cuerpo.- yo sí deseo dormir, esas películas me quitaron mi poca energía que tenía.
-Tienes razón, descansemos ahora. Mañana tenemos mucho que seguir....- dijo el mayor quién también comenzó a prepararse para dormir. El menor solo miró de nuevo el collar y lo colocó debajo de su playera, aún tenía un poco de duda en volver a consiliar el sueño, no quería volver a ver aquella oscuridad con esa extraña voz femenina. Espero que sus familiares se acostaran para seguir aún investigando, aún no había paradero de la joya que traía, solo sonrió un poco incrédulo al sacar una conclusión en qué sería por "magia" que apareció en su chamarra. Sin embargo él seguía siendo fiel a la ciencia y sus explicaciones más realistas posibles, o eso al menos seguiría creyendo hasta ahora.
Mientras tanto, el joven dios caminaba por los pasillos del hotel regresando a dónde estaba Leo esperándolo. Ambos habían decido en quedarse unas noches antes de partir al plan de tomar sus reliquias e ir por aquellos huesos sagrados. Los tiempos habían cambiado pero su destino escrito por sus padres aún seguían tatuados en él. Al llegar al final de los pasillos se detuvo frente a la puerta, respiró profundamente para dejar salir un suspiro más tranquilizador.
- Aún me recuerda...- sonrió dejando ver un leve colmillo. Abrió para entrar y encontró a su hermano menor tomando un chocolate caliente, en cuanto miró al mayor este no dudo en levantarse.
-¿En dónde estabas? ¿Pensé que te había ocurrido algo?...¿Te perdiste?...
-No. Nada de eso... Él está aquí.- dijo mientras se acercaba a una de las sillas que estaban. Se dejó caer y sonrió de nuevo bobamente.
ESTÁS LEYENDO
Axolotl
Fiksi PenggemarEn el camino de una deidad, viene con. dificultades para vivir en eterna felicidad. Cuándo el corazón suele quedar en manos de la persona destinada, no puede cambiar tu destino. ¿Qué tal si en la siguiente vida pueda vivir como un simple mortal? Est...