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«Solo espero que en este mundo de estaciones, en el final de mi camino, sin retorno, tú seas mi destino».
—Ángel Garibay.


Días después...

Paula

—Qué ganas tenía de conocer tu departamento, hija —comenta mamá mientras inspecciona el lugar junto con Alex.

—Ni tan mal, hermanita.

—¿Cómo llevas el embarazo? —inquiere mi progenitora, sacando algo de la bolsa —Mira, le tejí un trajecito a mi nieto.

Suelto una risa, incrédula.

—¿Es en serio?

—Sí, ¿algún problema? —refunfuña —Ya me ha salido la vena de abuela.

—Mi sobrino heredará mi belleza —dice Alex con orgullo, y ruedo los ojos.

—Con que no herede tu estupidez, me basta.

—¡Paula! —me recrimina mamá, pero la ignoro. Alex me da una mirada asesina, haciéndome reír —Por cierto, ¿cómo está Iván?

—Bien, trabajando mucho, hoy tenía que quedarse hasta tarde.

El timbre retumba por toda la sala y me drijo a la puerta, viendo a la vecina tras esta. Algo se parte dentro de mí cuando observo su rostro. Joder, tiene un enorme moratón en su ojo derecho.

—Hola... —su voz parece quebrarse en cualquier momento —Pensé podríamos seguir hablando.

—Sí, sí, está mi familia, pero pasa, te la presentaré.

Ella niega inmediatamente.

—Oh, no, no quiero molestar, volveré otro día —dice girando sobre su eje, pero la detengo del brazo.

—No seas tímida, estarán encantados de conocerte —la animo, y acaba cediendo.

—Mamá, Alex... —murmuro cuando entro en la sala —Ella es Isabella, mi vecina de al lado.

—Yo soy Carol, la madre de Paula, encantada —se presenta mamá con amabilidad, dándole dos besos en la mejilla.

Ella asiente, tímida.

—Y yo su hermano Alex, mucho gusto
—dice este, imitando la acción de mamá.

—¿Qué te sucedió en el ojo? —pregunta esta, y quiero que la tierra me trague en este momento. Espero que no se sienta incómoda.

—Yo... ah... me caí por las escaleras  —hace un ademán, restándole importancia.

—Tiene muy mala pinta, voy a por hielo —dice desapareciendo de la sala.

—Y... ¿qué edad tienes, Isabella? —cuestiona Alex.

—Veinticinco —contesta cavizbaja.

—Vaya, no los aparentas.

—Lo sé —musita —Últimamente me he dejado un poco...

—No, no —pronuncia este —Me refiero a que pareces más joven.

—Oh... gracias —hace un intento de sonreír.

—¿Queréis un café? —pregunto cuando mamá vuelve con la bolsa de hielo.

Los tres asienten, y me dirijo a la cocina a prepararlos. Los sirvo en la bandeja junto con unos pasteles y regreso a la sala. Pasamos la tarde charlando sobre mi embarazo, el cual toma por sorpresa a Isabella, entristeciéndola por algún motivo.

—Bueno, nosotros ya nos vamos, cariño
—murmura mamá, para luego dirigirse a Isabella —Un placer, hija, puedes venir a visitarme cuando gustes.

—Gracias, señora, es usted muy amable
—musita.

Los acompaño hasta la puerta y después me siento al lado de la vecina.

—Isabella, hace poco escuché gritos que procedían de tu apartamento, ¿está todo bien con tu novio? —inquiero —Perdón por ser un poco brusca, pero puedes confiar en mí. Solo quiero ayudarte.

—No... él... él me pega, bueno, también me insulta —susurra jugando con sus manos, y cierro mis ojos con fuerza. Lo sabía. Es un maldito maltratador —Pero porque yo soy muy torpe y hago las cosas mal.

—¿Qué? —la miro incrédula —Por el amor de Dios, eso no es ningún motivo para que te maltrate, ¿me oyes? Ni él ni nadie tiene derecho a hacerlo.

—Pero yo sé que me quiere...

—Escúchame, por favor, si de verdad te quisiera nunca se le pasaría por la cabeza ponerte una mano encima. Eso es de cobardes.

—¡Tú no lo entiendes! —grita, irritada —Él está arrepentido, se pudo equivocar como cualquier ser humano.

—Sí, cómo no, ¿cuántas veces se ha arrepentido y ha vuelto a hacerlo? Estoy segura que muchas.

Ella se queda en silencio.

—Isabella, tienes que denunciarlo. Sé que debe ser difícil para ti, porque a pesar de todo lo amas, pero hazlo. No puedes seguir viviendo así.

—Yo... tengo miedo —susurra, y aprieto su mano.

—No estás sola.

—Tengo que irme, pronto volverá —dice levantándose del sofá.

—Está bien, pero piénsalo —pronuncio
—Mereces disfrutar de la vida, no vivir un infierno junto a él.

Acto seguido, abandona mi casa. Tomo una profunda respiración mientras le pido al cielo que entre en razón y lo denuncie.

—Bonita, a que no te imaginas a quién he visto... —Iván aparece minutos después.

—¿A quién? —frunzo el ceño.

—A Bruce —contesta, y sonrío. Hace tiempo que no sé de él, espero que esté bien —Y no estaba solo.

Alzo las cejas.

—Vaya, vaya, ¿tiene novia?

—Ajá —ríe —Lo hubieras visto, la miraba completamente embobado.

—Cuánto me alegro —sonrío —Es un gran chico, ojalá sean muy felices.

—Como tú y yo —murmura uniendo sus labios con los míos.




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¡Gracias por cada uno de vuestros votos y comentarios! ❤

¿Cómo lleváis la cuarentena en vuestros países? Espero que estéis bien. ¡Un abrazo!

Por siempre, tú © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora