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«La luz es fácil de amar. Muéstrame tu oscuridad».
—Ron Israel

Paula

Le lanzo una mirada asesina de la que no se percata porque está muy concentrado viendo la maldita televisión.

—Si la quieres, tendrás que disculparte por tu jodida actitud —declaro molesta. Sé que me equivoqué, pero tampoco creo merecer su indiferencia.

Él gira su rostro hacia mí con incredulidad.

—¿Disculparme yo? —inquiere —Tú eres la que me debe una disculpa, así que no intentes darle la vuelta al asunto.

—Tenía intenciones de hacerlo, hasta que te pusiste en modo grosero —me defiendo, sintiendo cómo las lágrimas amenazan con salir. Últimamente estoy demasiado sensible, todo me afecta el doble, especialmente las discusiones.

—¡¿Y cómo coño querías que reaccionara, eh?! ¿Con una sonrisa y con flores? —grita levantándose, y en un acto reflejo, tiro la tarta al suelo para luego correr hacia mi habitación, apoyándome sobre la puerta.

Al cabo de unos minutos escucho su voz, y me limpio las lágrimas.

—Paula, ábreme —musita desde el exterior —Vamos, no seas inmadura.

¿Qué? ¿Encima soy inmadura?

—Vete, quiero estar sola —grito. Él no dice nada más, así que doy por hecho que me ha obedecido.

🌙🌙🌙

A la mañana siguiente, permanecemos en silencio durante todo el camino a la universidad. En cuanto llegamos, salgo del coche y tomo una bocanada de aire. Odio esta maldita tensión entre ambos.

Intento parar de pensar en nuestro enfado y camino hacia la entrada, encontrándome con Nat y Alex.

—Me voy adelantando —informo, ellos intercambian una mirada confusa, pero no me detienen.

Para mi mala suerte, me toca verle la cara de nuevo a ese estúpido profesor. Minutos después de sentarme Nat entra agitada en el aula, preguntándome qué me ocurre.

—Discutí con Iván —explico, ella arruga su frente.

—¿Vosotros discutiendo? —pronuncia extrañada —¿Por qué?

Le hago un resumen de lo que ocurrió ayer y me da un fuerte abrazo, afirmando que todo se arreglará entre nosotros. A los pocos minutos aparece el profesor y guardamos silencio.

🌙🌙🌙

El querido profesor, nótese la ironía, nos mandó un proyecto para mañana, pero intento verle el lado positivo, como me aconsejaría mamá: al menos me servirá para mantenerme ocupada.

—¿No piensas hablarme en todo el día? —dice Iván en el camino a casa, y permanezco en silencio mientras observo por la ventanilla. Odio ser tan orgullosa —Bien, ya me has respondido.

Ya en casa, almorzamos en silencio con el sonido de las noticias de fondo, muerdo mi labio debatiéndome si pedirle disculpas, pero me retracto y decido hacerlo más tarde. Quiero castigarlo un poco por haber sido tan duro conmigo.

Después de comer me pongo a hacer el proyecto con total concentración hasta que, pasada una hora aproximadamente, me sobresalto por el dolor en mi barriga.

—Joder —maldigo. Inmediatamente Ivan se acerca a mí con preocupación.

—¿Qué ocurre? ¿Te duele? —inquiere —¿Te llevo a la doctora?

Niego con la cabeza, respirando poco a poco.

—No es necesario, solo son contracciones —digo tocando mi vientre —Se me pasará.

—De acuerdo, pero si te doliendo no dudes en avisarme —advierte —Ya me tengo que ir a las clases.

—Gracias —susurro.

Él asiente, y después abandona el departamento.

🌙🌙🌙

Tras terminar el proyecto, —el cual me llevó toda la tarde y del que espero obtener buena nota—, decido darme una buena ducha para refrescarme. He tenido mucho calor estos días, supongo que es normal por el embarazo. Afortunadamente ya no tuve más molestias.

Mientras me enjabono y tarareo la canción de Don't start now, escucho el sonido de sus llaves. Una vez que salgo en toalla a la sala, me llevo una sorpresa al ver una caja roja sobre la mesa, con una pequeña nota. Mi corazón se salta un latido, y cubro mi boca leyéndola:

"Ya que eché a perder la tarta que me hiciste, pensé que podría recompensarte con estos bombones. Perdóname."

Con una sonrisa de oreja a oreja, me dirijo a nuestra habitación. Allí lo encuentro tumbado sobre la cama, mirando un punto fijo.

—Discúlpame, soy una tonta —musito desde el umbral. Él se incorpora rápidamente.

—No, discúlpame tú a mi, me comporté como un estúpido —pronuncia, y niego con la cabeza, sentándome junto a él en la cama.

—Yo fui quien las pagó contigo —admito, sintiéndome avergonzada —Lo siento.

—Olvídalo, bonita —dice rodeándome con sus fuertes brazos, y me permito cerrar los ojos por unos momentos. Los problemas se desvanecen cuando estoy junto a él —Pero cuéntame, ¿qué te pasó con ese profesor?

—Estaba pasando lista, todo iba todo normal hasta que me tocó, prácticamente se rió de mi nombre en mi cara —explico —Como si tuviera algo en mi contra sin ni siquiera conocerme.

—¿Cómo se llama? —dice con el ceño fruncido.

—Eric Hamilton.

La sorpresa es evidente en sus ojos. ¿Acaso lo conoce?

—Maldita sea, no puede ser.

Por siempre, tú © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora