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«Todos necesitamos alguna vez un cómplice, alguien que nos ayude a usar el corazón».
—Mario Benedetti.

Paula

—¿Quién es? —digo asustada, rogando por que no se trate de otro enemigo. Desde que me enteré de que Alice estaba tras nuestros pasos no puedo vivir tranquila, siento que en cualquier momento nos sorprenderá.

—¿Recuerdas a Josh, el imbécil de mi empresa?

Cómo no voy a recordar a ese patán que quiso sobrepasarse conmigo.

—¿Qué tiene que ver esa rata con esta?
—inquiero sin entender absolutamente nada.

—Son primos —suelta, y mi respiración se corta al instante. Maldita sea. Me esperaba cualquier cosa menos eso.

—¿Crees que quiera...? —siento el temor apoderarse de mi cuerpo. Él asiente, y puedo percibir el miedo en sus ojos.

—Venganza —aprieta los puños —Como el idiota de su primo no pudo conmigo, imagino que ahora este irá por ti, jodiéndote el curso.

—No, no, no...  —susurro, cubriendo mi boca. Tiene que ser una pesadilla. No puedo tener tan mala suerte.

—Ojalá me equivoque, pequeña —musita —Pero si estoy en lo cierto, no lo permitiremos. Se nos ocurrirá algo.

🌙🌙🌙

Ya en la noche, mientras repaso unos apuntes, el sonido de mi móvil me interrumpe. Al desbloquearlo, veo que se trata de un correo del maldito profesor, con la correspondiente nota del proyecto.

¡¿Un 4?!

¡¿Sin ni siquiera una justificación?!

—Hijo de perra —le grito al móvil. Iván tenía razón, quiere joderme a como dé lugar. Sé que mi proyecto merecía buena nota, y no pienso permitir esta injusticia. Mañana mismo lo enfrentaré.

—¿Ahora qué hice? —oigo la voz de Iván desde la habitación, y hago un ademán aunque no me esté viendo.

—No, tú no, el profesor —aclaro, este no tarda en aparecer en la sala —El muy cabrón me ha suspendido sin motivo —digo enseñándole el gmail, él maldice entre dientes.

—Está bien, pensemos... —murmura caminando de un lado para otro —Si reaccionas mal, para él significará que ha empezado bien. Pero si te muestras indiferente... quizá lo desconciertes.

—Pero no puedo quedarme de brazos cruzados y ganarme un suspenso porque al señor le dé la maldita gana —me defiendo.

—Entonces prueba a hablar con el director —sugiere.

Asiento, pasándome una mano por la frente. No creo que dé resultados, pero lo intentaré.

🌙🌙🌙

—Siéntese, señorita —dice el director ajustándose las gafas y enlazando sus manos sobre la mesa. Obedezco, tragando saliva —¿Cuál es el motivo que la trae por aquí?

—Es... —me aclaro la garganta —Es sobre el profesor Hamilton.

Él me mira con extrañeza.

—¿Qué ocurre con el nuevo profesor?

—Verá, su primo conoce a mi novio, y tuvimos un incidente con él —intento explicar —Creemos que quiere tomar venganza contra mí abusando de su poder como profesor. El primer proyecto me lo suspendió sin motivo alguno.

—Esas no son pruebas contundentes, señorita, son solo pensamientos suyos —masculla —Confío en los criterios del profesor, así que si tiene alguna queja respecto a su nota hable con él.

Gracias por nada, idiota.

—Está bien —sonrío falsamente —Hablaré con él.

Cuando llega la hora de su clase, disimulo prestar atención mientras pienso qué haré para que lo expulsen. Algo se me debe ocurrir. Al finalizar la clase, le digo a Nat que se vaya sin mí y me acerco a la mesa del profesor con la intención de pedirle explicación sobre mi nota.

—¿Puedo hablar con usted?

—En mi despacho —ordena después de agarrar su maletín, y ruedo los ojos siguiéndolo.

Una vez allí, me cruzo de brazos.

—¿Se puede saber por qué me suspendió?

Él se encoge de hombros, impasible.

—Estaba incompleto, señorita.

—Sí, claro —río sin humor —¿No se le ocurre una mejor excusa?

—No sea atrevida, si no quiere problemas —advierte levantando el mentón.

—Sé lo que hice, y también sé que estaba perfecto —enarco una ceja —Quizá el que tiene problemas conmigo es usted. ¿Algo personal, señor Hamilton?

Se mueve tan rápido que no me da tiempo a reaccionar. Su mano envuelve mi cuello, estampándome contra la puerta.

—Cállese, o se arrepentirá —amenaza a centímetros de mi rostro, y sonrío internamente. He dado en el clavo. Después me suelta, ordenándome que me retire.

—No le tengo miedo a las ratas.

Aprieta su mandíbula, y sonrío antes de abandonar el despacho.

Por siempre, tú © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora