Epilogo.

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La extraña inseguridad aun tenía brotes arraigados en el pecho de Jaskier, era extraño por no decir otra cosa, una sensación lejana y al mismo tiempo muy intima le rodeaba por todas partes ¿Cuánto tiempo había pasado desde que no caminaba a su lado por un sendero? ¿Tres años? ¿Casi cuatro? Cuando le vio llegar al pueblo había pensando que todo sería perfecto, pero nunca se había detenido a pensar en cómo se sentiría dejar ese lugar.

Nunca había sido alguien de quedarse en un solo lado, pero esos últimos años con Gabriel había hecho esa pequeña posada su hogar y era difícil dejarlo atrás, decir adiós a cada persona que había conocido era una sensación desalentadora, había hecho mil promesas, que se cuidarían, que volvería, que no pasaría día sin pensar en ellos y ahora, mientras caminaba en un extraño silencio al lado de Geralt, todo era irreal de algún modo. 

No podía negar que era un poco emocionante, Geralt había llegado mas preparado de lo que Jaskier nunca pensó, había traído otro caballo que por el momento no tenía nombre, el cual tiraba una pequeña carreta lo suficientemente grande para cargar algunas cosas y que Gabriel quedara en ella sin peligro alguno. Era un regalo, un lindo gesto a pesar de que se lo había extendido sin decir palabra.

Volver a la ciudad fue un huracán de sentimientos, ver nuevamente a Cirilla y ocasionalmente a Yennefer era una sensación grata, notar lo ruidoso que podía ser el tumulto de gente, notar los cambios en aquellos años le hizo estremecer, la ciudad era tan viva en comparación al pueblo en el cual había tirado raíces los últimos años.

La rutina se fue ensamblando de a poco, las largas caminatas ahora con Ciri eran extrañamente familiares. Gabriel parecía amar estar con su familia, corría tras Ciri y cuando Geralt debía trabajar, usualmente se quedaban en una posada para no poner en riesgo al pequeño. Y Jaskier estaba seguro que la mejor parte de haber esperado era ver a Geralt cargando a Gabriel por el camino, el niño se apegaba a él y jugaba con su cabello de manera calmada y el silencio nunca había sido tan cómodo antes.

Algunos meses mas tarde se habían detenido en una gran ciudad tras cobrar una recompensa, todos necesitaban un baño y un descanso merecido. Tras hacer dormir a Gabriel y recostarle en la cama se levantó para apagar las luces y la puerta se abrió.

—Jaskier...—Murmuró Cirilla mirando al niño dormido.—Te traje un regalo—Dijo extendiendo un paquete.—Espero sea tu talla, no es que tu ropa de campesino no sea linda pero... 

—¿Ropa?—Exclamó emocionado rasgando el paquete, había un hermoso traje dorado, con encaje y cordones que adornaban de este. Una sonrisa tiró en sus labios, abrazando contra su pecho el traje.—Una vez hace tiempo...Tenía uno parecido, es hermoso cariño pero...

—¡No, no, no! No digas nada, es un regalo.—Besó la mejilla del bardo.—Pruebatelo y te espero en la sala.—Dijo la joven saliendo a la sala. 

Geralt vio llegar a Ciri y frunció el ceño, notando el laud en sus manos. Le miró fijo un rato hasta que la princesa habló.

—Yo no hice nada.—Dijo esta de inmediato.

Geralt se quedo quieto, mirando.

—De verdad, solo traje el laud para limpiarlo...—Intentó sonar casual.

El brujo se inclinó un poco, con una expresión dura en sus labios.

—¡Ya, ya!—Dijo la joven haciendo un mohín.—Tal vez estoy planeando algo, pero no es algo malo.—Se defendió de inmediato y ambos alzaron la vista, Jaskier estaba parado, con una pequeña sonrisa en sus labios y el traje dorado parecía hecho a la medida, se encajaba a su cintura de manera hermosa y abrazaba sus piernas y trasero realzando estos sin parecer obscenos. Cada costura era como si fuera calcado sobre su cuerpo. Lucía perfecto. 

El mayor tesoro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora