1. Ojos en la oscuridad

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Me removí en la cama, oprimiendo los parpados con fuerza, no podía dormir, otra vez. Sentía una extraña opresión en mi pecho, como si una mano oscura estuviera haciendo presión con sus dedos sobre mi corazón, no sé por qué, pero la imagen de aquella mano de piel de sombra aprisionando entre sus fieras garras mi corazón como si fuera una marchita flor indefensa no podía sacarla de mi mente, extrañamente aparecía en mi cabeza, una y otra vez, sacándome del sueño.

Toda la noche fue así, intentando apartar aquella imagen de mi mente, pero parecía en vano, hacía varios días que no dormía por culpa de aquella extraña idea que se había filtrado en mi cabeza. Parecía la mano de un demonio, "Una estupidez", pensé descartando la idea de inmediato, "tales cosas no existen".

Un rayo de blanca luz se infiltró por el vidrio de la ventana de mi habitación, había pasado toda la noche en vela, otra vez.

Caminé al baño arrastrando los pies, dando pequeños y torpes pasos de zombie. Dudé unos segundo, me sentí una cobarde, pero al final desistí a la tentación y enfoqué mi mirada en el espejo, tenía miedo de mi propio reflejo, y como esperaba encontré a una muy destruida chica frente a mí, tenía los ojos grises caídos, nadando sobre dos bolsas oscuras, el cabello castaño desaliñado, sin brillo, reseco como el de una anciana de cien años que se tiñe con tintura para ocultar sus descoloridas canas, aunque mi cabello castaño era natural, parecía una peluca de mala calidad, mis abultados labios estaban inexpresivos, colgando de la carne de mi rostro como muertos. Definitivamente no era mi mejor imagen, el insomnio me estaba matando.

Me di una larga ducha fría, necesitaba desperezarme para no dormirme en mi trabajo y rendir como se debía, o sino Richard me regañaría. Me vestí con el uniforme de trabajo, que consistía en una camisa azul marino y una pollera a juego con el logo del negocio en el pecho, y desayuné un café lo bastante amargo para que brindara un poco de energía a mi decaído cuerpo, hice una mueca de asco al tragar el líquido, pero no tenía otra opción.

Cuando abrí la puerta para salir de mi departamento una carta cayó al suelo, la ojeé rápidamente y supe de qué se trataba, era una advertencia, si no me ponía al día con la renta del departamento sería desalojada, un nudo se formó en mi garganta, tuve que abandonar la universidad de derecho después de que mi madre cayó gravemente enferma, no hago más que trabajar, para pagar el alquiler y tratamiento de mi madre, que por cierto se lleva más de la mitad de mi sueldo, provocando que me atrase con la renta, pero no me importaba, por mi madre haría lo que fuera, incluso entregaría mi propia vida para salvar la de ella, pero es algo que lamentablemente no es posible.

Dejé la carta de advertencia sobre la encimera de la cocina, refunfuñando entre dientes, maldiciendo mi mala suerte, y la difícil vida que me había tocado.

Cerré la puerta de entrada, y de inmediato se erizaron los pelos de mi nuca, una extraña sensación se posó en mi pecho. Sentía una extraña presencia que no supe explicar.

Lentamente giré como una bailarina de ballet sobre mi propio eje, mis ojos buscaron por la vereda de enfrente, por donde creí que provenía aquella fuerte presencia que invadía mi interior. Cuando lo vi se me heló la sangre, congelándose sobre sus venas como si fueran de hielo, por un momento mi corazón se detuvo del estupor para arrancar nuevamente con un brusco vuelco. Me quedé paralizada allí, viéndolo a la distancia, mientras él no apartaba la vista de mí. Era un joven de tez extrañamente pálida, que estando recostado sobre un árbol no despejaba sus ojos oscuros de mí, mientras algunos mechones negros caían por su frente, y se balanceaban sigilosamente de un lado a otro siendo empujados por una débil brisa cantarina. Su mirada obsidiana, tenía un lúgubre fuego que brillaba de forma extraña. Era hipnotizante, y muy guapo. ¡¿Qué estoy diciendo?! ¡Puede ser un violador y yo quedo maravillada por su belleza!

DaemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora