La visita a mi madre me había dejado pensando. ¿Qué podía hacer para ayudarla? Cuando me hice esa pregunta internamente, sentí como algo en el placar comenzaba a latir con fuerza, era como si me llamara. Intenté ignorar ese llamado que parecía provenir del fondo de mi armario, pero no pude por mucho tiempo.
Di varias vueltas por mi miniapartamento hasta que tomé el valor y acudí al llamado de aquello que había ocultado en el fondo de mi ropa. Primero abrí la puerta, ya algo desvencijada por la edad, quité las pilas de ropa y descubrí el bolso cerrado e inerte, que estaba tal cual como lo había visto la última vez. En un reflejo casi involuntario, corrí el cierre del bolso para descubrir su contenido. Los billetes seguían estando allí, y su olor a papel húmedo y pintura añeja me golpeó como un martillo en la frente.
Estos billetes eran mi salida. Lo entendía bien, pero luego pensé en el rostro demacrado de mi madre. En sus lágrimas saladas y en su sonrisa pasajera. ¿Qué pensaría ella si supiera que pensaba arreglar mis problemas de la manera más fácil? ¿Se sentiría decepcionada de mí?, seguramente. Ella estaba luchando día y noche contra algo invisible que la estaba matando. Era la mujer más fuerte que conocí, y yo me dejaba seducir por una salida rápida. No podía decepcionarla, debía demostrarle que podía ser tan fuerte como ella.
Tenía que haber otra manera, y debía encontrarla.
Cerré el bolso con su contenido ilegal, y volví a ocultarlo como estaba. Intenté apartar la creciente perturbación que iba creciendo en mi interior e intenté volver a mis cabales. Pero me era difícil. Me sentía asfixiar, como si unos dedos invisibles oprimieran mi cuello. Me apoyé contra la pared para mantener el equilibrio. Estuve varios segundos luchando contra mí misma, hasta que logré calmarme respirando hondo y lentamente.
Mi corazón latió desbocado y mi cuerpo temblaba sin control.
Esto me estaba sobrepasando. No podía seguir escondiendo ese bolso en mi casa, tenía que buscar una manera de deshacerme de él, talvez si lo hacía desaparecer, también me desharía de estos temores y fantasmas, que tanto me atormentaban últimamente.
Esa noche no pude dormir ni un segundo. La imagen del bolso no dejaba de aparecer en mi mente. Pero eso no era lo único que se invocaban en mi imaginación. Había rostros también, el demacrado de mi madre, y no quería pensar lo que pasaría conmigo si ella me dejaba, estaría completamente sola, ya no tendría a nadie en el mundo. También apareció el rostro de Chris, recordar su sonrisa cálida y su voz pacífica, traía un poco de tranquilidad a mis enmarañados pensamientos. Era el único que me daba un poco de paz. Y después estaba el peor de todos. Cada vez que evocaba su imagen en el fondo de mis ojos, mi corazón saltaba desbocado y mis labios temblaban para reprimir una mueca de desespero. Ni siquiera sabía cómo sentirme con respecto a él. Mi parte racional me decía que debía alejarme de él, pero había algo en él que era atrayente, que me decía que no le haga caso a mi cerebro y sólo me deje llevar. Malcolm es peligroso. No cabía duda de ello. Y debía ser fuerte, vencer la tentación con mi fuerza de voluntad. Estaba decidida, lucharía contra aquello que me atraía a él, lo alejaría antes de que me llevara a la ruina.
Además de que estuve ocupada debatiendo internamente que hacer con respecto al bolso de dinero y a Malcolm, me sucedió algo que me hizo cuestionar todo lo que me había estado pasando hasta el momento. Talvez... todo lo que soñé, no era un sueño, era muy real y yo no lo había querido ver así.
Pasada la media noche, varios sucesos extraños sucedieron en mi monoambiente. Yo presencié todo desde la cama, donde pretendía dormir en vano.
Al principio pensé que mi mente me estaba jugando una broma, pero se trataba de algo mucho peor que una simple alucinación.
— Debe ser la falta de sueño — me dije a mí misma en voz alta. Pero por más que quisiera convencerme de lo contario, los sucesos extraños continuaron sucediéndose, uno tras otro, sin detenerse.
ESTÁS LEYENDO
Daemonium
ParanormalYo era de aquellas personas que no creen en nada, y se sienten orgullosas de llamarse a sí mismas como ateas, descreyendo en la existencia de un cielo o un infierno, diciendo que los ángeles y demonios no son más que producto de la imaginación human...