12. Para que el pecado no persista

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Estaba decidida, ya no me dejaría influenciar por Malcolm o por cualquier otra persona que quisiera llevarme por el mal camino.

Estaba orgullosa de mí misma. Le había dejado las cosas bien claras a ese tal Malcolm, que de nada lo conocía y ya me estaba dejando afectar por él. ¡Me había influenciado a robar y yo lo había permitido!, pero ya no más.

Debía aceptarlo, había algo en él que me atraía. Si creyera en supersticiones, diría que había algo en él que lo volvía tentador y atrayente, como si fuera la reencarnación misma del pecado. Pero eso no era posible, sólo se trataba de un loquito que me acosaba y me quería llevar por el mal camino.

Después de pensarlo bien, durante varias horas, llegué a la conclusión que las alucinaciones de anoche, en verdad, eran las tensiones acumuladas por la culpa que sentía por haber delinquido para conseguir dicho dinero. No se trataba más que eso, era sólo la manera que tenía mi cerebro de decirme que estaba siendo afectado por la culpa, y si quería dejar de tener dichas pesadillas y alucinaciones, debía solucionar el asunto. En primer lugar, alejarme del ente que me llevaba a obrar de esta manera tan alejada a la Amanda que siempre fui, y en segundo, debía deshacerme del objeto que me incriminaba, ese objeto que me recordaba mi pecado.

A pesar de que ya había llegado a la conclusión de que eran alucinaciones mías, la sensación de terror al escuchar como mi ropa era rasgada no desaparecía de mi cuerpo. Así que, con la piel de gallina, abrí el placar, retiré las pilas de ropa y extraje el bolso del fondo. Volví a inspeccionar su contenido para asegurarme que todo estuviera allí, y efectivamente, lo estaba.

Tomé el bolso de sus tirantes, y apretándolo contra mi pecho, como si estuviera escondiendo algo incriminatorio, caminé fuera de mi casa, y luego por la acera en dirección al sur.

Fueron varias cuadras en las que me sentí totalmente perseguida, incluso tuve deseos de lanzarme a correr como condenada cuando un coche de la policía pasó por mi lado, pero gracias a que me contuve, pasé desapercibida para ellos.

Subí los escalones de concreto mientras me hormigueaban los pies. Era muy difícil mantener la cordura, sabiendo que entre mis manos llevaba la evidencia de un robo que me podría poner tras las celdas varios años.

Me apoyé sobre la baranda y miré hacia abajo. Para mi conveniencia, la corriente estaba bastante violenta hoy.

Estaba parada en medio del puente que quedaba a menos de un quilómetro de mi casa. No podía creer las veces que pasé por aquí cuando era adolescente para ir al instituto. Y ahora, el río lavaría mi pecado, se lo llevaría para dejarme impune a cualquier acusación que pudiera presentarse.

Me apoyé en la baranda, y sostuve el bolso, de manera suspendida, a varios metros sobre el río. Mi brazo estaba comenzando a cansarse, ya que me tardaba en soltar el bolso. Pero no era tan fácil. Mis dedos se aferraban con fuerza a los tirantes y mi mente se preguntaba si esto era lo correcto.

— Deshacerte de la evidencia, no hará que te libres de tu pecado — al principio pensé que era la voz de mi conciencia, pero cuando lo vi parado a mi lado, me di cuenta que se trataba de una persona real, en carne y hueso.

Pero sus palabras no fueron suficientes para que volviera el brazo con el bolso y todo. Todavía lo sostenía en el vacío, debatiéndome que decisión tomar.

— Necesito deshacerme de esto, urgentemente — le informé mientras movía mi cabeza en un vaivén nervioso.

— ¿Qué llevas ahí dentro?

— Dinero — le respondí, y Chris no se sorprendió, era como si ya supiera mi respuesta. Me pregunté de inmediato si era correcto confesarle que había sido partícipe en un robo, pero necesitaba que alguien confiable me diga cómo salir de esto —. Obtuve dinero para pagar mis deudas, pero la forma en que lo obtuve no fue honesta y me hace sentir sucia — reí a causa de los nervios que afloraban en mí —. Siento tanta culpa que he empezado a imaginarme cosas.

DaemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora