7. Hacer lo correcto

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Miré el pasamontaña en mi regazo como si fuera alguna criatura enferma, me negaba a tocarla con los dedos, como si pudiera pegarme alguna peste incurable. Malcolm se inclinó en mi dirección, al principio me sobresalté, temiendo por la integridad de mi cuerpo, pensé que me haría algo, pero me equivoqué, se cernió sobre mí, y desde esa posición presionó el botón que abría la guantera, reveló lo que guardaba, dentro brilló un metal macabro. Al principio no entendí lo que se me revelaba, pero una vez que comprendí lo que haríamos, mi corazón se aceleró, y el cuerpo se me heló en un frío cadavérico.

— No, no, no — pronuncié nerviosamente —, no quiero hacerle mal a nadie.

— Hacer el mal no siempre es lo incorrecto.

Lo miré sorprendida sin entender bien sus palabras. ¿Qué era lo que pasaba por la cabeza de este chico?, no lo entendía para nada.

— Si busco el mal, terminaré equivocándome.

— A veces equivocarse es la respuesta correcta.

— No hay manera que haga el mal. No es parte de mi naturaleza.

— Todavía estás a tiempo de equivocarte.

Todavía estaba a tiempo de equivocarme. Hacer lo incorrecto parecía ser lo correcto. Parecía una paradoja, pero misteriosamente le encontraba algo de sentido a sus palabras.

— ¿Cómo robar puede ser correcto? — interrogué, ya que la idea no me cerraba del todo.

— Si le robamos a quien merece ser robado. ¿Eso no sería hacer lo correcto?

— ¿Lo es? — pregunté en voz alta, la pregunta estaba dirigida para mí misma, pero Malcolm se tomó la libertad de responderla por mí.

— La pregunta correcta es: ¿Para quién lo es? ¿Quién establece lo que es lo correcto? ¿Tú?

— No, la sociedad lo hace... ¿Dios?

— ¿Crees en Dios? — me preguntó.

— No — respondí tajante, nunca había creído, era sumamente incrédula, incluso dudaba de la existencia de los extraterrestres. Necesito ver para creer. Los ojos son la única manera de comprobar que algo es real.

— Pues, deberías creer — dijo y me sonrió.

— ¿Tú si crees?

— Sé que existe.

— Si crees en Dios, ¿por qué quieres incitarme a hacer esto? — no lo entendía.

— No es lo mismo creer que adorar — me sonrió como si tuviera que explicar un chiste —. No necesito ser bueno para conocer a Dios.

— No entiendo. Los cristianos creen en el infierno, ¿no le temes al infierno? — yo no le temía, ya que no creía en él, pero alguien que sí. ¿Cómo puede no temerle?

— No le temo al infierno, porque de allí provengo.

Me estremecí, no entendí bien cuál era la idea, pero igual dejaba un mal sabor de boca. ¿Por qué tenía que hablar tan misteriosamente?

— Es decir, ¿qué eres tan malo que no le temes al infierno?

Malcolm me miró, y luego de analizar varios segundos mi pregunta, lanzó una pequeña risa.

— Podría decirse que sí — me miró en busca de una respuesta — ¿Y bien? ¿Lo harás?

— No creo que sea lo correcto.

— Si no crees en el infierno, ¿a qué le temes?

Analicé su pregunta, pero esta vez de manera profunda, realmente tenía razón, si no creía en un castigo post mortem. ¿Por qué me limitaba tanto?

DaemoniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora